Don Pelayo, el caudillo astur que prendió la Reconquista con 300 guerreros

¿Quién era Don Pelayo y por qué es tan importante para la historia de España? Se data el nacimiento de Don Pelayo hacia el año 690, en Cosgaya (el extremo más occidental de Cantabria), y lo que se sabe de él viene recogido en dos crónicas del siglo IX, una denominada «la Albeldense» y otra la «Crónica de Alfonso III» (esta con dos versiones, la Rotense y «a Sebastián»).

Don Pelayo hijo del duque visigodo Fávila refugiado en el norte al estimar asfixiante el dominio musulmán sobre Toledo, aunque ya en este punto existe una enorme controversia, no podía ser duque, pues, sin duda, lo hubieran consignado las crónicas, pero sí seguramente alguien muy próximo a la máxima autoridad del ducado. Hay autores que emplazan a Don Pelayo como un aristócrata godo, con influencia en este territorio; mientras otros tantos le sitúan como un personaje local que saltó a la primera línea política solo a raíz de la batalla de Covadonga.

En ambas líneas de investigación, Don Pelayo es presentado como un caudillo tan poderoso en la zona como para congregar bajo su mando a las tropas del ducado de Asturias y enfrentarse a los musulmanes. La historia asegura que el origen de la rebelión fue la negativa al pago de impuestos a los musulmanes en una región que nunca se había plegado a imposiciones fiscales, ni con romanos ni con visigodos. Aquí habría que recordar que la conquista de la Península por parte musulmana se basó tanto en la imposición militar como en una serie de pactos firmados por los poderes aristocráticos para conservar su posición en distintas regiones españolas a cambio del pago de tributos. Tras el descalabro en la batalla de Guadalupe (711), 

La derrota visigoda en la batalla de Guadalete
Batalla de Guadalete

muchos nobles godos huyeron a «tierra de los asturianos» y más allá de los Pirineos, mientras otros nobles locales se limitaron a pactar con los invasores.

Los comienzos de la lucha de los astures contra los árabes y del caudillaje de Pelayo se conocen fundamentalmente a través de los relatos que han transmitido las crónicas hispano cristianas más antiguas —la llamada Albeldense y la de Alfonso III en sus dos versiones, Rotense y “a Sebastián”, ambas escritas probablemente en Oviedo en el penúltimo decenio del siglo IX—, y por los testimonios mucho menos elocuentes de algunos diplomas asturianos dignos de crédito, sobre los que destaca la famosa donación de Alfonso II en el 812 a la iglesia de San Salvador de Oviedo, y de la tradición historiográfica musulmana.

Los astures se situaron en la cueva excavada en la roca del Auseva y en las escarpaduras de las montañas que flanquean el valle para emboscar a los musulmanes. Las narraciones cristianas incluyen atribuciones divinas, pero confluyen, como los testimonios de los historiadores árabes, en que la victoria cristiana supuso la muerte del general Alkama y que el obispo Oppa, y otros personajes importantes, fueran hechos prisioneros. Cortada la retirada hacia el Oeste, el descalabro musulmán se incrementó durante la huida de la vanguardia musulmana a consecuencia de un desprendimiento de tierras que bien pudiera obedecer a causas naturales y que el cronista atribuye a intervención divina.

Las fuentes cristianas exageraron la victoria e introdujeron componentes legendarios con intención de subliminar de los orígenes de los nuevos reinos surgidos al inicio de la Reconquista; tanto como los textos musulmanes disimularon la derrota, sin poder negarla completamente. Restando importancia a la campaña, Ibn ayyªn e Isa al-Razi 

definen en sus textos a los astures como un reducido número de combatientes hambrientos, unos «treinta asnos salvajes»; y apuntan que la retirada musulmana estuvo motivada por las dificultades del terreno y el escaso botín de someter a tales brutos.

El silencio más sorprendente es el de la «Crónica Mozárabe», del año 754, que se puede justificar por el nulo o escaso eco que entre los círculos cordobeses habría tenido una derrota acontecida en un lejano y apartado lugar de la frontera norteña.

Las dos principales crónicas coinciden en la datación de la muerte de Pelayo en el año 737

Las dos principales crónicas coinciden en la datación de la muerte de Pelayo en el año 737, tras diecinueve de reinado, puntualizando que ocurrió en Cangas. No lo hizo como un príncipe godo que refundó el reino visigodo, sino como el Rey de un nuevo reino.

Pero, más allá de la envergadura de la batalla o de cómo la vendió cada bando, lo que es incuestionable es que con aquella rebelión se inició el primer núcleo local independiente del poder musulmán con centro en Cangas de Onís, el origen de una dinastía de reyes llamados a ganar terreno a las fuerzas islámicas.

¿Cuándo y dónde tuvo lugar la Batalla de Covadonga?

El lugar de la batalla no es una llanura o zona de playa, sino más bien una región montañosa con acantilados y de difícil acceso llamada Monte Auseva, que justamente por su dificultad permitió a Pelayo y sus irreductibles hacer una lucha no frontal por la desigualdad numérica, sino de hostigamiento al enemigo, y finalmente quedaron reducidos a la cueva o gruta llamada Covadonga donde hubo la resistencia al asedio sarraceno.

Se levantó en tierras de Galicia un asno salvaje llamado Belay [Pelayo]. Los soldados no cesaron de atacarle hasta que sus soldados murieron de hambre y no quedaron en su compañía sino treinta hombres y diez mujeres. Y no tenían que comer sino la miel que tomaban de la dejada por las abejas en las hendiduras de la roca. La situación de los musulmanes llegó a ser penosa, y al cabo los despreciaron diciendo «Treinta asnos salvajes, ¿Qué daño pueden hacernos?

Crónica de Al-Maqqari

El origen de don Pelayo y la batalla de Covadonga

 Munuza, que tenía como base Gigia (actual Gijón), intentó escapar de Asturias y alcanzar la seguridad de sus posiciones en la meseta, pero fue dado alcance y muerto junto con su séquito y sus tropas en un valle del centro de Asturias.


Patxi Amescua

Productor de TV

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