El Maestrazgo y Teruel

Cantavieja, el Maestrazgo y las guerras carlistas

El Maestrazgo turolense fue uno de los escenarios más importantes en el desarrollo de las conocidas como Guerras Carlistas que asolaron nuestro país a lo largo del siglo XIX. Un conflicto fratricida que asoló nuestro territorio y quedó marcado a fuego en el recuerdo de las gentes y de poblaciones como Cantavieja, que se convirtió en una de las grandes capitales del la insurgencia carlista. Pero ¿Qué fue eso del carlismo? ¿Cómo afectó al Maestrazgo? Esta semana os proponemos un acercamiento a este momento clave de nuestra historia.

El siglo XIX fue un época de grandes tensiones políticas y sociales derivadas de la necesidad de definir las características del Estado español tras los profundos cambios que trajo consigo la Guerra de la Independencia. La Cortes de Cádiz y la aprobación de la primera Constitución española en 1812, la Pepa, abrió el camino hacia una profunda transformación en las bases de la concepción del futuro estado: Monarquía absoluta o constitucional, Antiguo régimen o sistema liberal, existencia de fueros y privilegios o igualdad en derechos y libertades. En definitiva, era el momento de apostar por la revolución o la contrarrevolución. Una decisión que dividió a la población a la sociedad española en dos bandos opuestos. Una tensión que estalló en diversos conflictos armados tras la muerte de Fernando VII y la necesidad de proclamar un sucesor en el trono

Los partidarios del liberalismo se alinearon en la figura de la regente la reina María Cristina que defendía los derechos de su hija, la futura reina constitucional Isabel II. Por el contrario, los partidarios de la tradición y la contrarrevolución defendían los derechos del infante Carlos María Isidro, hermano del rey, que aspiraba a erigirse en monarca absoluto como Carlos V de España.

Carlos María Isidro de Borbón

El primer conflicto armado se llevó a cabo entre 1833-1839 tras la insurrección de los partidarios de don Carlos, pero las denominadas Guerras Carlistas volvieron a resurgir entre 1846-1849 y 1872-1975, coincidiendo con momentos de inestabilidad política en España.

Los carlistas se rebelaron por toda España pero la lucha por su causa solo se consolidó en Navarra, el País Vasco, Cataluña y el Maestrazgo turolense.

En Aragón, hubo intentos de tomar el poder en las principales ciudades pero todos resultaron fallidos. ¿Por qué?

Combates carlistas

El realidad, este conflicto iba mucho más allá de una opción política. Estaba en juego la pervivencia de los privilegios de la nobleza y el clero. Por eso, muchos curas y seminaristas tomaron parte activa en la guerra. Pero, especialmente, corría peligro la pervivencia de la sociedad tradicional basada en el corporativismo y el paternalismo ante la amenaza del individualismo liberal que había sido asumido en las grandes ciudades tras los cambios producidos por la incipiente Revolución Industrial.

El carlismo fue por lo tanto un fenómeno eminentemente rural. Precisamente el espacio donde más influencia social tenían sus principales valedores. Y en este sentido resultó esencial el papel del clero para asumir como un peligro los profundos cambios que se avecinaban.

Frailes armados

La imposibilidad de tomar grandes ciudades ante la falta de apoyo llevó a los carlistas a organizar sus resistencia a modo de partidas, es decir, ejércitos itinerantes. Pero en Aragón, la labor del general Ramón Cabrera, conocido como el tigre del Maestrazgo, determinó que los carlistas llegasen a dominar territorialmente un amplio espacio que se extendió entre Teruel, Tarragona y Castellón.

El apoyo popular que recibió el carlismo fue interpretado rápidamente como consecuencia de la ignorancia y la incultura de las gentes pero lo cierto es que su verdadero éxito en las sierras de Teruel se debió a la capacidad militar, el liderazgo y el miedo que generaban las acciones de este controvertido general.

Ramón Cabrera fue un antiguo seminarista catalán que destacó muy pronto en las filas de los carlistas hasta llegar a convertirse en jefe del ejército del Maestrazgo en 1835. Al llegar a poder eligió Cantavieja como su centro de operaciones y desde este privilegiado enclave en lo alto de un cerro en pleno corazón del Maestrazgo organizó sus dominios y los extendió hasta las puertas de Teruel y Castellón.

Cantavieja se convirtió durante estos años de guerra en una de las grandes capitales del carlismo. En ella establecieron los almacenes de víveres y municiones, una maestranza de artillería y una fundición, talleres de fabricación de pólvora y balas… Incluso una imprenta de la que salía el Boletín del Real Ejército del Reino de Aragón.

Cantavieja

En 1839 el famoso “Abrazo de Vergara” entre los generales Espartero y Maroto puso fin a la primera guerra carlista, sin embargo, Cabrera continuó la lucha durante una año más hasta que el empuje de Espartero y O´Donnell le hicieron huir en dirección a Francia, cuando ya se había convertido en toda una leyenda. Tres décadas después, la causa carlista volvió a prender el Maestrazgo de Teruel y nuevamente Cantavieja volvió a convertirse en el principal centro de operaciones

El abrazo de Vergara

Pero más allá del romanticismo que adorna este conflicto y a sus protagonistas lo cierto es que, como todas las guerras, tuvo unas consecuencias materiales terribles (en el sitio de 1875 Cantavieja recibió el impacto de 3000 proyectiles) y, sobre todo, unas consecuencias sociales desastrosas para los habitantes del entorno que como siempre fueron las verdaderas víctimas del conflicto.

La dinámica de la guerra se ejerció con un nivel de violencia desmesurado. Cabrera y los suyos sometieron a las gentes a una fortísima represión para demostrar su autoridad que se materializó en la matanza indiscriminada de partidarios liberales y representantes de los ayuntamientos de la zona. Y lo mismo puede decirse del bando liberal también ejerció una terrible violencia a modo de represalia.

Fusilamiento de la madre del General Cabrera

Una cultura del miedo que se extendió por todas las poblaciones y que favoreció la satisfacción de exacciones económicas ejercidas por ambos ejércitos y las continuas levas que reclutaban a los jóvenes del pueblo. En definitiva, se generó un nivel de odio y violencia desmesurado que llevó a cometer verdaderas atrocidades como en el caso de los llamados “prisioneros de Herrera”. 

Afortunadamente, hoy Cantavieja es conocido por ser un hermoso pueblo situado en un entorno natural privilegiado. Un localidad parada en el tiempo donde el visitante todavía puede volar con su imaginación a los tiempos de las partidas carlistas. Y desde hace unos años cuenta con un Museo de las Guerras Carlistas que guarda la memoria de todo lo acontecido para que todos podamos comprender qué paso y nadie olvide lo ocurrido para que no se vuelva a repetir. No dejéis de visitarlo.

Guerras callistas en El Maestrazgo


Patxi Amescua

Productor de TV

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