EL SANTO GRIAL DE LEÓN
Hacía tiempo que me quiera acercar a León. Es una tierra en la que me encuentro agusto, me relaja. Donde se come bien y se bebe mejor, donde en su parte vieja se encuentra uno cómodo y además es bien atendido. Visitar su majestuosa Catedral con esas vidrieras tan maravillosas, o acercarse a ver la increíble San Isidoro o darte un paseo por esas calles, que por cierto qué bien están las de la parte antigua, que limpias y renovadas, mirando al suelo y ver las conchas del Camino. Acercarse al río y ver el espléndido paseo que lleva al impresionante Parador Nacional de San Marcos.
Ir a León es un privilegio de cultura y de ocio. Mis recuerdos deportivos con TVE, en el Pabellón de Deportes ( Balonmano, baloncesto, boxeo, fútbol, vueltas ciclistas a España, etc.). Que buena época de trabajo, pero nada de turismo, claro. Es ahora cuando puedo disfrutar del turismo y de la cultura de esta tierra. Por eso quiero que participeis de mis andanzas culturas que siempre vienen bien, sobre todo para animaros a visitar esta gran ciudad.
El Cáliz de Doña Urraca
El conocido como cáliz de doña Urraca es una pieza de orfebrería románica del siglo XI que se conserva en el museo de la Basílica de San Isidoro de León. Está formado por dos vasos romanos orientales de ágata-ónice unidos y recubiertos de oro en la copa, el nudo y la peana, dejando al descubierto parte de la copa y casi toda la peana. Para realizarlo, la infanta ofreció sus propias joyas, razón por la que su nombre (como donante que fue de la pieza a la iglesia y monasterio de San Isidoro) figura en el nudo, en una inscripción latina que dice:
IN NOMINE D[OMINI] VRRACCA FREDINA[N]DI
Que traducido al español significa: En el nombre del Señor, Urraca [la hija] de Fernando I
El Santo Grial está en León. La reliquia más importante de la cristiandad lleva mil años en San Isidoro, tras recorrer más de 5.000 kilómetros en un arriesgado viaje. La copa de la que bebió Jesucristo en la Última Cena es una de las joyas del museo, donde siempre ha estado a la vista y, sin embargo, ha pasado ‘desapercibida’ como el cáliz de doña Urraca, un objeto admirado por sus gemas preciosas y el espléndido trabajo de orfebrería.
Una investigación histórica resuelve ahora uno de los mayores enigmas de la Humanidad. La biblioteca cairota de la Universidad de Al-Azhar, fundada en el año 975 y convertida en un gran centro de conocimiento por el sultán Saladino, guardaba un secreto que durante siglos historiadores, fanáticos de la religión y escritores han tratado de desentrañar sin éxito.
Si existen las casualidades, el destino hizo que la medievalista leonesa Margarita Torres Sevilla, junto al historiador del Arte José Miguel Ortega del Río, conocieran la existencia de unos raros pergaminos conservados en El Cairo. Pero no fue la primera pista. Cuando la cronista de León ‘barrió’ San Isidoro hace cuatro años con un georradar en busca de las construcciones que se esconden bajo los cimientos, le llamó la atención, como si la contemplara por primera vez, un arca egipcia con una inscripción que, como se cercioró entonces, no había sido bien traducida. Las primeras pesquisas llevaron a los dos investigadores hasta Egipto, donde consultaron con expertos sobre esta enigmática caja de plata expuesta al público en la ‘sala de los tesoros’ de la colegiata y que menciona a un emir del siglo XI.
La clave egipcia
Los legajos conservados en El Cairo relatan el lugar donde permaneció la Copa de Cristo y su traslado final a España. El Santo Grial lo custodió la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén hasta su destino definitivo: León. Las continuas guerras en la ciudad santa provocaron el saqueo de esta iglesia, centro de veneración católica. Fue así como el cáliz cayó en manos del califa fatimí que reinaba en Egipto. Los fatimíes entraron en el país del Nilo en el año 972, donde fundaron una nueva capital a la que llamaron al-Qáhira (El Cairo), que significa ‘La Triunfante’. Mientras Margarita Torres husmeaba en la Biblioteca de la Universidad de Al-Azhar, en la calle tenían lugar las cruentas batallas de la llamada Primavera Árabe. Tres años después, está a punto de ver la luz el ensayo Los reyes del Grial (Editorial Reino de Cordelia), libro que documenta uno de los grandes de descubrimientos de la Historia.
«A partir del insospechado hallazgo gracias a la intermediación del arabista Gustavo Turienzo Veiga, buen conocedor de las fuentes medievales, la posibilidad de demostrar desde dónde y cómo llegó a España el Cáliz de Cristo nos llevó por el camino de la asepsia científica para poder ofrecer al lector sólo aquellas informaciones objetivas que sirvieran para apoyar tan extraordinario descubrimiento», explican los autores en la introducción de Los reyes del Grial,cuyo texto pretende ser definitivo, lejos de las leyendas sobre templarios y guardianes de la copa de la Última Cena que han alimentado durante siglos la literatura y el cine. Un día del año 1054 o 1055 el califa fatimí entrega la Copa del Poder, como una prueba de amistad, al emir de la taifa de Denia, quien a su vez deseaba congraciarse con el monarca más importante de la cristiandad hispana del momento: Fernando I El Magno (1037-1065), quien se convirtió en rey de León tras el asesinato de su cuñado Vermudo III en la batalla de Tamarón. Es posible que el Grial no fuera un obsequio aislado y que en el mismo ‘lote’ llegara, entre otros presentes, el gallo de la veleta —que ha quedado demostrado que es de origen persa-sasánida y anterior al siglo VII.
Fernando y su esposa Sancha fueron los principales benefactores de San Isidoro, al que desde un principio dotaron de grandes tesoros y reliquias. Hicieron traer desde Sevilla el cuerpo de San Isidoro y desde el monasterio de Arlanza las reliquias de San Vicente de Ávila. Poseían además desde antiguo parte de la mandíbula de San Juan Bautista.
Pinturas reveladoras
Cuando Fernando I recibe la copa del emir de Denia sabe perfectamente que se trata del Santo Grial. La pregunta inmediata es ¿por qué lo mantiene en secreto? ¿temía que León se convirtiera en un gran centro de peregrinación o le asustaba que la ciudad pudiera ser atacada?
El cáliz de doña Urraca se compone de dos copas o cuencos de ónice de origen greco-romano. A los investigadores siempre les chocó que Urraca entregara a los orfebres algo que materialmente no tenía gran valor y además era un objeto de uso pagano. Pese a todo, los joyeros realizaron un trabajo brillante.
Lo cierto es que sabiendo dónde está el Grial muchos enigmas de San Isidoro cobran sentido. El Panteón Real hay que verlo ahora desde esta perspectiva, como un santuario dedicado al cáliz de Jesucristo. Al igual que ocurre con las tumbas faraónicas, la cripta funeraria de los reyes leoneses está repleta de alusiones al Santo Grial.
La escena principal del Panteón de los Reyes, considerado la Capilla Sixtina del románico, representa la Última Cena. Tras Jesús y los apóstoles, en un plano muy destacado, un sirviente llena de vino la copa donde, según la tradición, Jesús instituyó la eucaristía el Jueves Santo antes de ser crucificado. Se comprende así que la monarquía leonesa quisiera ‘contemplar’ en su última morada el cáliz de Cristo. Los reyes del Grial, presenta «nuevos y definitivos datos a partir de la ciencia y la historia», afirman los autores. El libro de Torres y Ortega repasa además ‘los otros griales’, desde el citado de Valencia al cáliz de Antioquía, el Sacro Catino de Génova, el Vaso de Nanteos o el cáliz de Ardagh.
«Conocemos todo el proceso y la investigación», afirmó el abad de San Isidoro, Francisco Rodríguez Llamazares, quien confesó estar «un poco asustado» ante el impacto que va a tener el descubrimiento de que el Santo Grial está en León.
Antes se hace mención al Gallo de la veleta, os voy a informar sobre este singular objeto.
Su estudio, confirmó como la figura, que mide 87 cm, desde el pico a la cola, y 56,6 cm, de alto, es de oro. En realidad, cobre plomado dorado al fuego, y recubierto de un oro de tan alta calidad que el paso de los siglos apenas lo había alterado. Además, sus ojos eran dos gemas, hoy desaparecidas, de las que subsisten los engastes que las albergaban.
A pesar de la creencia generalizada, el gallo, nunca fue utilizado como veleta. Estaba fijado firmemente a una espiga de metal, que atravesaba dos esferas de diferente tamaño, recordando aquellas que coronan los minaretes de las mezquitas islámicas. Y tiene señales de haber estado dotado de patas, para sostenerlo sobre alguna superficie. Según la mitología judeo-cristiana, el gallo simboliza al Cristo, que llama a los gentiles, para unirse a su mensaje de salvación, en el amanecer de una nueva era espiritual. Aunque también, señalan antiguas creencias, simbolizaba al animal solar por excelencia, el primero que recibe sus rayos al inicio del día, y por ello utilizado como amuleto contra los poderes de las tinieblas.
La mayor sorpresa surgió, cuando se analizaron la tierra, el polen y los panales de abejas alfareras, contenidos en su interior hueco. Dichos elementos, no sólo no corresponden con los existentes en su tejado, o en las comarcas circundantes, sino que eran propios de Oriente, en concreto de la cuenca del Golfo Pérsico.
El culto abad de la colegiata, don Antonio Viñayo, siempre había sostenido que el gallo es tan antiguo como el templo leonés, puesto que en los muros del Panteón Real se encuentran dos pinturas de gallos (realizados hacia 1170), con idéntica silueta al de la torre.
Al contrastar diferentes puebas, incluida la del carbono-14, con los aspectos estilísticos, se concluyó que debe haber sido creado hacia los ss.VI-VII, en Oriente Próximo, y en el ámbito persa inmediato al advenimiento del Islam. Así, se baraja la teoría de que proceda de la corte sasánida de Kosroes II (590-628). La religión oficial de Persia era el zoroastrismo, aunque con él convivían pacíficamente el judaísmo, el cristianísmo nestoriano y el budismo. Sin embargo, según las crónicas bizantinas, cuando el rey sasánida conquistó los Santos Lugares de Palestina, en el 612, mandó sustituir las cruces que coronaban los templos cristianos por «gallos dorados», para manifestar su autoridad.
La cultura persa, que había influido sobre el Imperio romano, de modo que a través de él jugó un papel fundamental en la formación del arte medieval europeo, conquistó de forma inmediata el naciente mundo musulmán. Gran parte de lo que, posteriormente, sería conocido como «cultura islámica», fue adoptado por ella a partir de los persas sasánidas. Así, se comprende que los «gallos dorados» de Kosroes II entrarán sin problemas en el corral musulmán.
Una hipótesis, alude al posible regalo del gallo por el califa de Bagdad al de Córdoba. Así, cuando en el año 1009 los leoneses saquearon Medina Azahara (Córdoba), al participar en la guerra civil que dividía el califato cordobés, pudieron obtener al gallo y llevarlo al norte como botín. O pudo ser traído por Alfonso VI, como parte de los saqueos realizados en 1072-1075 por los alrededores de Córdoba, cuando auxiliaba a su aliado Al-Mamún de Toledo. También puede proceder de Valencia, como parte del botín que, el mismo Alfonso VI, se cobró por ayudar al musulmán Al-Qadir, para recuperar el trono valenciano.
Otros estudiosos, apuntan que el gallo llegara a León tras la conquista de Toledo, o por efecto de las Cruzadas, ya que Elvira, hija del rey de León, Alfonso VI, era esposa del Conde de Tolosa, uno de los cuatro jefes de la primera Cruzada. De otra parte, Fernando I y su esposa doña Sancha, consagraron el templo leonés en 1063, y con dicho motivo hicieron espléndidas donaciones en joyas y ornamentos litúrgicos, que hoy conocemos como el «Tesoro de León».
Todavía queda otro enigma. La espiga metálica, que sujeta el gallo, lleva una inscripción con la fecha «1074» ó «1100» -que no está claro-, y la palabra «Berlanaz».
Saliendo de San Isidoro y a la izquierda muy cerca, os encontrareis con un monumento a la Legio VII, que en tiempos se ubicó por estas tierras leonesas.
Y eso es muy poco de lo que estas tierras poseen, porque de verdad encierran tanta gloria y tanta historia, que prefiero que vosotros vayáis descubriendo y disfrutando.
Un saludo,