El último gran pirata del Atlántico

El último gran pirata occidental era este sanguinario pontevedrés e inspiró el famoso poema de José de Espronceda.

Benito Soto Aboal, ¿el último Pirata de Europa? | Guíate Galicia

El séptimo hijo de catorce hermanos, analfabeto pero espabilado, cruelsanguinario y arrogante. Fue un pirata en toda regla, sin romanticismos ni medias tintas. Su nombre, Benito Soto Aboal, el único pirata español que llegó a hacerse famoso en los mares bajo la bandera negra. Además, es considerado como el último pirata a gran escala de la historia. Un buen pájaro, hablando en plata.

Benito Soto Aboal - biografía del último pirata del Atlántico

Cuenta la leyenda que un gallego fue el último gran pirata del Mar Occidental, que se convirtió en uno de los más sanguinarios de la historia y que inspiró la “Canción del pirata” de José de Espronceda. Se llamaba Benito Soto Aboal y era de Pontevedra. Esta es su historia y la de su bergantín, “El Burla Negra”.

Benito Soto Aboal nació el 22 de marzo de 1805 en Pontevedra, en la conocida antiguamente como “Casa del Pitillo” (actual “Casa das Campás” y sede del Rectorado) en el barrio de A Moreira. La ciudad había llegado a ser el puerto más importante de Galicia y el norte de Portugal durante el Siglo XVI, pero la decadencia de la villa hizo que Benito siguiera la tradición familiar junto a su padre: el contrabando en la costa gallega, lo que le valió para hacerse un nombre en los ambientes portuarios de contrabandistas.

El último gran pirata del Atlántico era de Pontevedra

Benito de Soto Aboal, llegó finalmente al Caribe en 1823, con 23 años se embarcó en un navío corsario, de bandera brasileña que trabajaba como barco negrero, un bergantín de diecisiete cañones y bautizado como El defensor de Pedro.

Puerto y Ciudad de la Habana, Cuba, 1858.

Rápidamente el pirata español se hizo con la capitanía del bergantín El defensor de Pedro, un bergantín de siete cañones dedicado al tráfico de esclavos entre Brasil y África. Su capitán es Pedro Mariz de Sousa Sarmento, que de inmediato fue rebautizado como La Burla Negra. No contento con esto, Benito Soto Aboal ordenó primero encarcelar y luego asesinar a su segundo de a bordo, compañero en el motín y a la vez enemigo.

Demostró a todos sus seguidores su sadismo por vocación y dejó claro que no aceptaba ninguna traición, que no comulgaban con sus sangrientos abordajes.

Fue así como comenzó a fraguarse la historia primero y más tarde la leyenda del último pirata.

Tras hacerse con el dominio completo del bergantín y de la tripulación, el aún corsario Benito Soto Aboal decidió apartar de sí la patente de corso del gobierno brasileño y comenzar su labor de asalto como un pirata más.

Su primera víctima tenía bandera inglesa, fue una fragata llamada Morning-Star, seguida por una fragata norteamericana de nombre Topacio donde se hizo con un buen botín. Saqueó, acuchilló a todos sus tripulantes, y hundió la fragata al abandonarlo.

Benito Soto Aboal, ¿el último Pirata de Europa? | Guíate Galicia

Benito decide cambiar de negocio y dedicarse a otro mucho más lucrativo, la piratería. Así, renombra su barco como “Burla Negra”, enarbola la bandera pirata y se dedica a asaltar buques mercantes, especialmente británicos, en el Océano Atlántico.

De corsarios y piratas vascos, por Txema Arinas

Su primera víctima y con la que se ganó su siniestra reputación fue la fragata inglesa Morning Star, a la cual saqueó y a cuya tripulación estuvo a punto de exterminar completamente. El siguiente fue el bergantín norteamericano Toaz y así hasta llegar a 10 navíos durante su viaje desde el Sur de África hasta las Azores.

El Burla Negra dando caza a la fragata inglesa Morning Star. 

Hizo lo mismo con todas las embarcaciones que se fueron cruzando en su camino hasta llegar a la costa de A Coruña, donde falsificó la documentación del bergantín y vendió a buen precio todo el botín conseguido en sus sangrientos abordajes.

Port Royal | Piratas Del Caribe Amino

Una vez ejecutado su plan, decidieron que ya habían guerreado suficiente y que era hora de irse a Cádiz a disfrutar de su jubilación y vivir de las rentas.

Varias de las víctimas del Burla Negra: Providentia, Vengador, Presidenta, Marianna, El Almirante y El Hassey.

Pero durante el viaje, el vigía del Burla Negra, al bordear la costa gaditana confundió el faro de la Isla de León con el de Tarifa, y acabó encallando a tiro de piedra de donde ya había abierto sus puertas el Ventorrillo del Chato. Como piratas que eran y además torpes, mientras intentaban reflotar el barco, presumían en tabernas y burdeles de sus hazañas y riquezas y acabaron llamando la atención de las autoridades, que apresaron a diez de ellos y terminaron ahorcados, mientras que el resto huyó.

Taberna | Piratas en el Atlántico

Allí, las autoridades de Marina hicieron la vista gorda en un primer momento (24), hasta que un marinero inglés que había sufrido en uno de sus violentos abordajes lo reconoció paseando por la ciudad de Cádiz, siendo finalmente detenido junto a alguno de sus hombres. Todos ellos fueron encarcelados salvo el capitán Benito Soto Aboal que consiguió escapar de Cádiz y refugiarse en Gibraltar, donde sería detenido poco después.

La suerte que hasta entonces había sonreído al pontevedrés se le acabó en la colonia inglesa. Conociendo el historial del español, y su obsesión por atacar barcos ingleses, sus captores se frotaron las manos pensando en el futuro que le esperaba al español. Pasó diecinueve meses encarcelado en el Peñón, mientras sus antiguos compañeros eran ejecutados exponiéndose sus cabezas en Cádiz. Intentando así Fernando VII hacer valer su entredicho poder ante los liberales de Cádiz, que habían cometido el error de crear la primera constitución española, mientras él regalaba el trono y el país a los hermanos Bonaparte.

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Benito fue arrestado, juzgado y condenado a la horca, culpable de 75 asesinatos y del saqueo de 10 navíos.

La ejecución por ahorcamiento de Benito Soto Aboal no fue menos curiosa que su vida. Fue el 25 de enero de 1830, la lluvia que caía sobre Gibraltar empapaba al reo, al cura, al verdugo y a la gente que esperaba el ajusticiamiento junto al cadalso. El gallego vestido de blanco absoluto recorrió a pie la distancia desde la cárcel, situada en El Castillo del Moro, hasta su lugar de ejecución.

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Como buen gallego, rudo y sin aspavientos acogió su culpa y se acercó a la soga que el verdugo había colocado demasiado alta. Benito Soto Aboal, ni corto ni perezoso, acercó el ataúd, su propio ataúd que ya lo esperaba, y subiéndose en él introdujo su cabeza en la horca, saltando después rápidamente para que la muerte llegara cuanto antes.

Pero de nuevo el verdugo calculó mal, y el reo llegó con sus pies al suelo, teniendo que hacer el ejecutor un agujero en el suelo con una pala, entre las risas generalizas del personal que esperaba la muerte del preso. Las últimas palabras de Benito Soto Aboal, no fueron de reproche, ni de perdón, simplemente dijo «Adiós a todos, el espectáculo ha terminado».

En 1904, setenta y cuatro años después de su muerte, se descubrió en la playa en la que el Burla Negra había encallado, un gran botín de monedas. La noticia corrió como la pólvora y todo Cádiz se lanzó en busca del tesoro.

Real de a Ocho, similar a los encontrados en la playa de Cádiz.

La canción del pirata (Jose de Esproceda) - obras literarias

Entre sus «admiradores», que los hay, figura el poeta José Espronceda, del que se dice que compuso el célebre poema «Canción del pirata» en memoria y homenaje al forajido pontevedrés”. 

José de Espronceda

Con diez cañones por banda,
viento en popa, a toda vela,
no corta el mar, sino vuela,
un velero bergantín:
bajel pirata que llaman,
por su bravura, el Temido,
en todo mar conocido
del uno al otro confín.

La luna en el mar riela,
en la lona gime el viento,
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y va el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
y allá a su frente Estambul:

«Navega, velero mío,
sin temor,
que ni enemigo navío,
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.

Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés,
y han rendido
cien naciones
sus pendones
a mis pies.»

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

«Allá muevan feroz guerra
ciegos reyes
por un palmo más de tierra;
que yo aquí tengo por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes.

Y no hay playa,
sea cualquiera,
ni bandera
de esplendor,
que no sienta
mi derecho
y dé pecho
a mi valor.»

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

«A la voz de «¡barco viene!»
es de ver
cómo vira y se previene
a todo trapo a escapar;
que yo soy el rey del mar,
y mi furia es de temer.

En las presas
yo divido
lo cogido
por igual;
sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.»

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

«¡Sentenciado estoy a muerte!
Yo me río;
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena,
colgaré de alguna entena,
quizá en su propio navío.

Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di,
cuando el yugo
del esclavo,
como un bravo,
sacudí.»

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

«Son mi música mejor
aquilones,
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos,
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.

Y del trueno
al son violento,
y del viento
al rebramar,
yo me duermo
sosegado,
arrullado
por el mar.»

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.


Patxi Amescua

Productor de TV

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