En nombre del bien mas grande e incomparable que es Dios.
Yo Alfonso, rey de los aragoneses y pamploneses hasta la Ribagorza pensando en mi suerte y reflexionando que la naturaleza hace mortales a todos los hombres, ,me propuse, mientras tuviera vida y salud, distribuir el reino que Dios me concedió y posesiones y rentas de la manera mas conveniente para después de mi existencia… para después de mi muerte, dejo como heredero y sucesor mío al Sepulcro del Señor, que está en Jerusalén, y aquellos que lo vigilan y custodian y allí ismo sirven a Dios; y al Hospital de los Pobres, que están en Jerusalén; y al Temple del Señor con los caballeros que allí vigilan para defender el nombre de la cristiandad. A estos tres concedo mi reino, es decir el dominio que tengo sobre toda la tierra de mi reino, así como el principado y el derecho que tengo sobre todos los hombres de mi tierra…
Este documento difundido el 7 de septiembre de 1134 removió los cimientos del reino de Aragón. Se trata del testamento de Alfonso I El Batallador, que fallecía ese mismo día a consecuencia de las heridas provocadas durante el asedio a la fortaleza de Fraga (Huesca). El monarca que moría sin descendencia había estado casado con Doña Urraca de León, en un tormentoso matrimonio que al final fue anulado.
Rechazaron el testamento y empezó un periodo de inestabilidad política que desembocó en que el reino fuese dividido en dos coronas: Pamplona y Aragón.
Los nobles navarros consiguieron una ansiada independencia que les había sido arrebata 50 años antes y colocaron a la cabeza del reino a García IV Ramírez el Restaurador, nieto de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid. En Aragón la nobleza puso a Ramiro II, hermano pequeño del Batallador, conocido como el Monje, quien había dedicado su vida a la Iglesia y que fue el artífice de la famosa leyenda de la Campana de Huesca.
A pesar de su falta de experiencia y de su aurea como títere, Ramiro II, logró sofocar varias revueltas de los nobles, entre las que destaca el legendario acontecimiento conocido como «la campana de Huesca»
Y encauzó la tutela del reino, bajo la dirección de Ramón Berenguer IV de Barcelona a quien desposó con su hija Petronila. Con este movimiento Ramiro había conseguido salvaguardar la integridad del reino y el 1137, se retiró a la vida monástica, aunque conservando su título de monarca.
Las órdenes militares nunca cogieron la dirección del reino, aunque supuso el aumento de su influencia territorial, política y militar en Aragón.
Alfonso I las utilizó gracias a su capacidad militar pero también económica, ejerciendo como verdaderos bancos de crédito.
A partir de este momento el papel de las órdenes Militares en Aragón fue extraordinario, estando bajo su cargo la protección de los territorios reconquistados, pero también con poder civil y religioso dentro del reino.
Y esto amigos ha sido una perla de historia de España, que espero que os haya gustado.
Un saludo,