Historia y arte en la Cartuja de Miraflores, BURGOS
Si hay un lugar de España en el que brilla especialmente la luz del gótico, es Burgos. La cuna de Castilla, como así es conocida popularmente, cuenta con uno de los monumentos de este estilo arquitectónico más importantes de todo el mundo, hasta el punto que fue reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Se trata de la Catedral de Santa María, el principal atractivo turístico de esta ciudad y no es el único escenario en el que podemos ver la huella de los arcos ojivales, las bóvedas de crucería o los tradicionales pináculos.
Se trata de uno de los conjuntos monacales más importantes de España debido tanto a su pasado histórico como a la riqueza artística que alberga todavía hoy en su interior. Adentrarse en este monumento es volver a los tiempos de los Reyes Católicos, cuando el mundo dejó atrás la Edad Media para abrazar el Renacimiento.
Historia de la Cartuja
Al igual que ocurre con otros monasterios medievales, el origen de la Cartuja de Miraflores también se remonta a un primitivo palacio. Enrique III de Castilla, que ha pasado a la historia como El Doliente, adquirió en 1401 unos terrenos situados a las afueras de Burgos, los cuales cercó para hacer de ellos un coto privado de caza, construyendo dentro una residencia para sus retiros de placer. Sin embargo, su sucesor, Juan II, cedió este palacio a un grupo de monjes cartujos procedentes de Scala Dei y El Paular en 1442, de ahí el nombre que tiene, transformando el edificio en un monasterio dedicado a San Francisco.
La construcción del monasterio
En 1452, tras diez años de funcionamiento, un terrible incendio redujo a cenizas todo el complejo, lo que obligó a construir un nuevo edificio. Juan de Colonia, maestro de cantería de origen alemán, nacido probablemente en Colonia, llegó a Burgos con el obispo Alonso de Santamaría, que lo trajo a la vuelta de su estancia en el Concilio de Basilea, el año 1440, fue el arquitecto encargado de ejecutar las obras del nuevo monasterio, que se dedicaría a la advocación de Santa María de Miraflores. La primera piedra fue colocada el 13 de septiembre de 1454, estando sentado ya en el trono Enrique IV, que no se preocupó demasiado de la fundación monacal emprendida por su padre. Por ello, en 1464, ante la falta de fondos, las obras se detuvieron y diez años después el rey moría.
Con la subida al trono de la hermana de Enrique IV, Isabel La Católica, se retomaron las obras en febrero de 1477, sin volver a suspenderse hasta 1488. Con ello, la reina se convirtió en la gran promotora de la Cartuja de Miraflores, cuya iglesia fue dedicada a panteón familiar para sus padres, Juan II e Isabel de Portugal, y su hermano pequeño, Alfonso.
Uno de los hechos históricos más trascendentales de la Cartuja de Miraflores se vivió en septiembre de 1506, cuando el cuerpo del rey Felipe I de Castilla, El Hermoso, esposo de la reina Juana I de Castilla y benefactor también del monasterio, fue inhumado temporalmente en su iglesia tras fallecer en la Casa del Cordón de Burgos el 25 de septiembre. Sin embargo, tres meses después, la soberana ordenó emprender desde el monasterio el camino a Granada, para enterrar el cuerpo en la Capilla Real de sus padres, aunque su travesía se detuvo en Tordesillas, pero esa es otra historia.
Casa del Cordón Felipe de Castilla El Hermoso Juana de Castilla
Fueron pasando los siglos y se ampliaron las capillas, se decoraron nuevos espacios y se dotó de más riquezas. La Guerra de Independencia produjo graves consecuencias en el edificio, viviendo un verdadero expolio que provocó la pérdida de numerosas obras de arte, dispersas en museos de todo el mundo. A ello le siguieron las desamortizaciones de finales del siglo XIX, hasta el punto que la Cartuja pasó a ser propiedad del Estado. Sin embargo, en el siglo XX regresaron sus monjes y, con ellos, la restauración de esta joya histórica del patrimonio español que todavía sigue cuidándose por sus primitivo moradores.
La UNESCO permitió que la Cartuja de Miraflores también contase con el sello Patrimonio de la Humanidad al ser un elemento asociado a los “Caminos de Santiago de Compostela: Camino Francés y Caminos del Norte de España”. La ciudad de Burgos conserva, por tanto, otro verdadero tesoro mundial, además de su catedral. Debido a que todavía su fin principal es la vida contemplativa, tiene algunos espacios restringidos a la visita pública, pudiendo solamente conocer el patio, la nave de la iglesia, la capilla de San Bruno y las capillas laterales, donde se encuentra la exposición permanente con las obras de arte más importantes.
Sepulcro del Infante Alonso de Castilla
Sepulcro de los Reyes
Una vez que se ha cruzado el atrio de entrada, se accede al claustro y patio de la Cartuja de Miraflores, pudiendo contemplar los primeros elementos que componen este monumento que pertenece al período gótico isabelino. Sobresale la portada de la iglesia, presidida por una Piedad flanqueada por las armas del reino, es decir, el escudo de Castilla y León y la Banda Real de Castilla.
Capilla de San Bruno
Desde el claustro, se puede acceder a la Capilla de San Bruno. Está decorada con motivos barrocos y en ella se da culto al patrón y fundador de los cartujos, San Bruno, representado en una excepcional talla realizada por Manuel Pereira en la primera mitad del siglo XVII.
Nave central
Después de haber cruzado el atrio de entrada de la iglesia, en cuyas esquinas se pueden apreciar nuevamente las armas del Reino de Castilla, se accede a la nave central. Está dividida en varias partes, tiene adosadas capillas laterales y al final del todo se encuentra el presbiterio.
- Estancia de los Fieles
Se trata del primer tramo que se encuentran los visitantes tras superar el atrio de entrada. A la izquierda, pueden contemplar el Tríptico del Calvario, una obra anónima de la escuela flamenca de finales del siglo XV, mientras que a la izquierda se encuentra un cuadro que represente a la Anunciación, ejecutado en el siglo XVII.
- Coro de los hermanos y coro de los padres
Continuando por la nave central, tras cruzar la reja de la estancia de los fieles, llega el turno del coro de los hermanos, donde los cartujos no sacerdotes se disponen a escuchar los rezos. Se trata de una obra maestra de mobiliario renacentista, a la que se unen dos altares barrocos que ejercen de separación con el siguiente espacio y dedicados a la Inmaculada Concepción.
- Sepulcros reales
La reina Isabel La Católica encargó al maestro Gil de Siloé los dos sepulcros en 1489 para sus padres, los reyes Juan II e Isabel de Portugal, y su hermano pequeño, el infante Alfonso. Están realizados en alabastro y son de una belleza inigualable, por lo que son considerados máxima expresión del arte gótico funerario. El sepulcro de los Reyes, en forma estrellada, se encuentra frente al altar mayor, mientras que en una hornacina del lado del Evangelio, y justo al lado, se encuentra el del infante.
Retablo Mayor
También Gil de Siloé dio forma al espectacular retablo mayor de la Cartuja de Miraflores que se alza al fondo del presbiterio, para lo cual contó con la ayuda de Diego de la Cruz. La exaltación de la Eucaristía es el tema de la obra, estando realizado en madera y siguiendo el patrón del gótico. Destaca que en él están incluidos los escudos de los padres de Isabel La Católica, acompañados de sus respectivas efigies.
- Sacristía
La sacristía de la Cartuja de Miraflores es de estilo renacentista. Más allá de su valor artístico, destaca por su pasado histórico. Fue aquí donde estuvieron depositados los cuerpos reales hasta que fueron incluidos en sus sepulturas. Del mismo modo, en esta estancia estuvo el féretro del rey Felipe I, hasta su traslado a Granada por orden de la reina Juana.
Las capillas laterales de la nave central de la iglesia de la Cartuja de Miraflores están dedicadas, actualmente, a acoger una exposición permanente con los tesoros más destacados que ha ido conservando el complejo a lo largo de los siglos. Muchos de ellos, sin embargo, se perdiendo en el expolio de la Guerra de Independencia, como el Tríptico de Miraflores, ejecutado por Rogier van der Weyden y expuesto actualmente en la Gemäldegalerie de Berlín.
Sala de San Bruno
En esta capilla, se conserva la Anunciación de Pedro de Berruguete, una de las obras más importantes que todavía conserva el monasterio. También, hay una copia del retrato original de Isabel La Católica que Juan de Flandes pintó en la propia cartuja durante una de las visitas de la Reina al sepulcro de sus padres. Sin embargo, el primitivo se conserva hoy en día en el Palacio Real de Madrid.
Sala de Miraflores
Esta capilla, que a muchos recuerda a la propia Capilla Sixtina de Roma cuando se adentran en ella, está dedicada a Nuestra Señora de Miraflores. Sus pinturas murales del siglo XVII de estilo barroco inundan todos los rincones.
Sala de las reliquias
Numerosos manuscritos y libros de la biblioteca de los monjes cartujos de Miraflores se exponen en esta última capilla, donde también se puede contemplar una obra de Joaquín Sorolla que representa la Crucifixión.
La Cartuja de Miraflores es un monumento consagrado a la historia y el arte. El tiempo parece haberse detenido en este monasterio de origen medieval que vio pasar a reyes y reinas, reposando algunos de ellos para la eternidad entre sus muros. Otros solo dejaron su espíritu entre sus estancias, susurros del pasado que todavía hoy se escuchan gracias al silencio propio que caracteriza a este santo lugar.