Joseph Bell, el médico que inspiró a Sherlock Holmes

Hola amigos, hoy voy a cambiar de temática, cambio las historias habituales por algo relacionado con un personaje del que soy fan. Voy a contar la historia del escritor que inventó al personaje que admiro.

Todo comenzó en la Universidad de Edimburgo, en la Escuela de Medicina, con un profesor muy curioso, para mí, un ser excepcional, con una mente brillante. El profesor Joseph Bell.

Nacido el 22 de mayo de 1859, Arthur Conan Doyle estudió medicina en la Universidad de Edimburgo. Allí  conoció al profesor Bell, un reputado cirujano y pionero de la ciencia forense, que se convertiría en el modelo para su famoso detective.

Había escrito algunos relatos, pero nada memorable. En su consulta médica, Arthur Conan Doyle le daba vueltas al asunto. Quería narrar algo diferente, serio y original. Le gustaban las novelas de Emile Gaboriau y los cuentos de Allan Poe. Pero, «¿sería capaz de añadir algo propio?», se preguntaba.  «Pensé entonces en mi viejo profesor, Joseph Bell, en su rostro aguileño, en sus curiosas maneras y en sus misteriosos trucos para percibir detalles. Si él fuera detective, estoy seguro de que transformaría esta actividad fascinante, pero desorganizada, en algo más próximo a una ciencia exacta. Si era ciertamente posible en la vida real, ¿por qué no podría hacerlo plausible en la ficción?».

Joseph Bell era uno de los profesores más reputados de la Escuela de Medicina de Edimburgo. Arthur Conan Doyle ingresó a ella en 1877 y en su segundo año se inscribió en la clase de cirugía clínica del doctor Bell. A los 39 años, Bell era un distinguido médico, cirujano mayor de la Enfermería Real. Sus clases eran famosas: en un gran anfiteatro, solía llevar pacientes desconocidos y con solo mirarlos, antes de que hablaran, diagnosticar su enfermedad. Incluso podía deducir su ocupación u origen.

Bell y sus métodos deductivos causaron enorme impresión en el joven Conan Doyle. Tanto, que el profesor se convertiría en el modelo para Sherlock Holmes. Así lo atestigua una exposición montada por el Círculo Real de Cirujanos de Edimburgo, con motivo de los 150 años de nacimiento  del escritor.

FACULTAD DE MEDICINA, EDIMBURGO. FOTO: ÍÑIGO DE AMESCUA.


Conan Doyle & Joseph Bell, the real Sherlock Holmes, es el título de la muestra, que grafica la relación entre ambos, decisiva para el futuro del escritor, así como la influencia de la medicina en las aventuras del detective. «Las historias de Sherlock Holmes son estudios de casos básicamente médicos», dice Dudley Edwards, historiador y experto en Conan Doyle.

SALA DE ESTUDIO, FACULTAD DE MEDICINA. UNIVERSIDAD DE EDIMBURGO.
FOTO: ÍÑIGO DE AMESCUA.

Alto, flaco y de nariz aguileña como Holmes, Jospeh Bell nació en Edimburgo en 1837. Provenía de una  familia de médicos y era poeta, deportista y ornitólogo aficionado. Agudo observador, era el cirujano de la Reina Victoria en Edimburgo y su habilidad para el diagnóstico lo convirtió en pionero de la ciencia forense. Incluso la leyenda dice que ayudó a capturar a Jack el Destripador.

A fines de 1879, Bell nombró como su asistente a Conan Doyle. El futuro escritor pudo conocer de cerca el método del cirujano. Como contaría a menudo, «le bastaban unas miradas para saber más sobre el paciente, lo que yo descubría con mis preguntas».

«Elemental», era la palabra favorita de Bell, que luego se convertiría en frase típica de Holmes (que nunca pronunció en los libros). Pero a diferencia de este, el cirujano no fumaba ni consumía cocaína.

En 1886 Conan Doyle decidió usarlo como modelo para su cuento Estudio en escarlata. Fue un éxito. Luego vendrían cuatro novelas y una veintena de cuentos. El primero en reconocerlo fue R.L. Stevenson: «Mis respetos a su muy ingenioso y muy interesantes aventuras de Sherlock Holmes… este, ¿puede ser mi viejo amigo Joe Bell?». Estaba claro. En 1892 el autor le escribió a su viejo maestro: «Es seguramente a Ud. a quien debo Sherlock Holmes».

Según Ely Liebow, biógrafo de Bell, «sin Sherlock Holmes, muy pocos habrían oído hablar de Joseph Bell, pero sin Joseph Bell, no habría un Holmes como lo conocemos hoy».

La historia del profesor que inspiró la aparición de Sherlock Holmes

El escenario era el Londres de 1888. Específicamente, la parte pobre de la ciudad, alejada de los bailes señoriales de los salones europeos del siglo XIX. Ese era el lugar donde el asesino apodado Jack, el destripador cometía los crímenes que lo harían conocido y, por sobre todo, le darían fama de escurridizo: a pesar de que la policía contaba con una lista de varios sospechosos, nadie parecía dar con la identidad del brutal asesino de mujeres.

Un año antes se había popularizado el personaje de ficción Sherlock Holmes, un detective astuto que podía resolver cualquier misterio valiéndose sólo de su aguda observación. Probablemente, algo así era lo que necesitaba el cuerpo de policía londinense, Scotland Yard: el destripador ya iba por su cuarta víctima, la gente vivía aterrada y la policía enfrentaba un gran descrédito.

Desesperados, los investigadores recurrieron a un connotado científico. Sin saberlo, era ni más ni menos que el hombre que había servido de inspiración para que el escritor Arthur Conan Doyle creara el personaje de Sherlock Holmes

Se trataba de Joseph Bell, un profesor de la Universidad de Edimburgo que había logrado notoriedad por resolver casos extremadamente difíciles. El del matrimonio Chantrell, por ejemplo: descubrió un asesinato donde la policía sólo había visto un envenenamiento accidental por gas. En esa oportunidad, y fiel a su intención de mantenerse alejado de la vida pública y la prensa, Bell trabajó junto al experto forense más reconocido de la época en Inglaterra, Harvey Littlejohn, quien recibió todo el crédito por la resolución del crimen. Sin embargo, para Chantrell no pasó desapercibido el riguroso ingenio del académico, y antes de enfrentar la pena de muerte a la que fue sentenciado, le envió un claro mensaje: «Denle mis felicitaciones a Joe Bell. Hizo un buen trabajo llevándome a la horca». En ese momento, Bell comenzó a obtener reconocimiento público.

Joe Bell

Nace el personaje

En 1877, un joven Doyle, de 17 años, se incorporaba a la célebre clase de Bell en la Escuela de Medicina de la Universidad de Edimburgo, donde comenzaba a cursar sus estudios. Por ese tiempo, la vida de Conan Doyle distaba bastante de la celebridad que conseguiría con los años. En su casa había múltiples problemas, su padre estaba desempleado, era alcohólico y solía actuar con violencia. Así fue como la universidad se convirtió en su refugio, muy especialmente la clase de Joseph Bell, que lo hechizaba cada vez más.

MUSEO DE ANATOMÍA. UNIVERSIDAD DE EDIMBURGO. FOTO: ÍÑIGO DE AMESCUA.

Quizás fue ese mismo interés el que hizo que en 1880 Bell lo eligiera como su ayudante, aunque ni siquiera el mismo Doyle tenía una explicación certera. En sus memorias escribiría que «por alguna razón que nunca entendí, él me eligió de entre la gran cantidad de estudiantes que frecuentaba el pabellón y me hizo su asistente. Ahí tuve amplias posibilidades de estudiar sus métodos».

Lo que más llamaba la atención de Conan Doyle era la sentida ambición de Bell: aplicar la ciencia a la detección del crimen. Y lo conseguía. Esa fue la razón inicial de que un viejo amigo le ofreciera una entrada al mundo del crimen, que tanto lo apasionaba. La petición era que Bell ayudara a resolver la misteriosa muerte de una mujer que había recibido múltiples puñaladas, pero que había sobrevivido en el hospital. En ese caso, el profesor descubrió que la responsable de la muerte no habían sido las heridas, sino una infección bacteriana producto de las puñaladas, en un tiempo en que se sabía poco y nada acerca de estos microorganismos.

UNIVERSIDAD DE EDIMBURGO. FOTO: ÍÑIGO DE AMESCUA.

Una historia gráfica este ingenio. Se cuenta que una vez le dijo a un paciente: «Sé que usted es un celador y toca las campanas los domingos en una iglesia de Northumberland, cerca de Tweed». «Es cierto», le respondió el hombre, «pero ¿cómo lo supo, si nunca le dije nada?» Bell se dio vuelta hacia sus estudiantes y señaló: « ¿Se dan cuenta del acento de Northumberland en sus palabras, demasiado suave para ser del sur? Sólo se encuentra uno así cerca de Tweed. Luego, sus manos. ¿No notaron los callos en ellas por culpa de las cuerdas? Además, hoy es sábado, y cuando le pregunté si podía volver el lunes, respondió que tenía que llegar a su casa hoy en la noche. Así supe que tenía que tocar las campanas mañana. Muy fácil, señores, si sólo observan y suman dos más dos».

MUSEO DE ANATOMÍA. UNIVERSIDAD DE EDIMBURGO. FOTO: ÍÑIGO DE AMESCUA.

En libros como Dr. Joe Bell: modelo para Sherlock Holmes, diversos historiadores han señalado que el trabajo de este académico era muy adelantado para su época, y se cree que probablemente fue uno de los primeros patólogos forenses que existió, como también uno de los primeros en usar una autopsia para resolver un crimen. Además, puso los primeros cimientos de lo que hoy se ha popularizado como CSI (Investigación de la Escena del Crimen, en inglés).

Conan Doyle trabajó un año junto a Bell y en 1881 regresó de la universidad. En ese momento comenzaría un nuevo período de dificultades. Iniciando su carrera profesional, abrió una pequeña consulta en la que lo que más escaseaba eran los pacientes, y como necesitaba mantenerse por sus propios medios, comenzó a escribir historias cortas, cuya publicación le entregaba algún dinero extra.

En la primavera inglesa de 1886 apareció su gran inspiración. Ahí nació la versión novelada de Joseph Bell, que con la publicación, en 1887, de su primera historia, A study in scarlet, llenaría de fama al autor.

Respecto de Bell, que en ese mismo período trataba de resolver los crímenes del destripador, la gloria es incierta, pues nunca se supo la identidad del asesino. Sin embargo, aun en este caso el misterio permanece, igual que en una de las aventuras de Sherlock Holmes: la historia asegura que el académico habría dado con un nombre certero del culpable, aunque los archivos con los que trabajó y donde aparecían sus resultados se perdieron antes de llegar a Scotland Yard.

El método Bell

Al mejor estilo del Sherlock Holmes, Bell se caracterizaba por su capacidad de observación y deducción.

La estrategia que el personaje de Doyle utilizaba para encontrar evidencias, el doctor la aplicaba a pacientes para reconocer enfermedades: era capaz de adivinar cualidades y dolencias sin formular una sola pregunta.

Según Past Medical History, Joseph Bell podía dar con la profesión de un paciente al mirar sus manos, también se dice que adivinó que un hombre era zapatero por el desgaste particular de su pantalón en la zona de la rodilla.

FACULTAD DE MEDICINA. UNIVERSIDAD DE EDIMBURGO. FOTO: ÍÑIGO DE AMESCUA.

Uno de los casos que más impresionó a Arthur Conan Doyle fue el de un exmilitar que el médico acababa de conocer:

-“Bueno, mi hombre”, dijo Bell, después de una rápida mirada al paciente, “usted ha servido en el ejército”.
-“Sí, señor”, respondió el paciente.
-“No se dio de baja hace mucho tiempo, ¿cierto?”
-“No señor”
-“¿Un oficial no-comisionado?”
-“Sí, señor”
-“Estuvo en Barbados?”
-“Sí, señor”

Bell volteó hacia sus desconcertados estudiantes. “Verán, caballeros”, explicó, “el hombre era un hombre respetuoso, pero no se quitó el sombrero. No lo hacen en el ejército, pero él habría aprendido los caminos de los civiles si hubiera sido dado de alta por mucho tiempo. Tiene un aire de autoridad y obviamente es escocés. En cuanto a Barbados, su enfermedad es la elefantiasis, una enfermedad que se da comúnmente la isla, más no en Reino Unido, y el ejército escocés se encuentra actualmente en esa isla en particular”.

No sólo se atribuye el parecido a su capacidad analítica, sino también a su forma de vestir, pues Bell también vestía un abrigo largo y el particular sombrero que usualmente viste Holmes.

Un año antes de su muerte, reconoció que quien lo inspiró a crear el personaje de Holmes fue su maestro de medicina, Joseph Bell, uno de los mejores médicos cirujanos de la época.

En una carta a Bell, Conan Doyle escribió: “Es ciertamente a usted a quien debo Sherlock Holmes… he tratado de construir al hombre alrededor del centro de deducción, inferencia y observación que le he oído inculcar”.

Historia curiosa, espero que os haya gustado.

Un saludo,

Mi agradecimiento a Iñigo de Amescua, por su aportación fotográfica al documento.

Iñigo de Amescua


Patxi Amescua

Productor de TV

Comments (1)

  • Gracias por este artículo
    Recomiendo como complemento a este post ver el documental Sherlock Homes, el primer CSI , disponible en Movistar+.
    Título original: How Sherlock Changed The World.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Francisco de Amescua Seco - Copyright © 2020