LA HIGIENE Y SUS MITOS

En la “Edad Media» aparecen en los primeros puestos donde se dice que la higiene y los baños brillaban por su ausencia.

Es absurdo pensar que nuestros antepasados medievales no conservaran los antiguos saberes botánicos, sobre todo aquellos relacionados con la limpieza del cuerpo.

Indumentaria y costumbres en la España: La higiene desde la Edad Media  hasta el siglo XVII

Las personas en contacto directo con las enseñanzas del cristianismo no descuidaron algo tan básico. Peinarse los cabellos y lavarse los pies fueron parte del ritual litúrgico. Los monasterios tenían sala de baños. En la Biblia hay varios versículos donde se habla de la limpieza corporal, ya que el cuerpo es un reflejo del alma. Durante las peregrinaciones los baños, además de servir para limpiarse el polvo del camino, eran un signo de purificación y renovación bautismal. Otro ejemplo interesante lo encontramos en las normas de los Templarios:

«Los que sirven a Dios, es necesario que sean limpios en el interior y exterior, pues así lo afirma el Señor: sed limpios, porque yo lo soy.»

La verdad sobre el mito de la falta de higiene, el oscurantismo y la  represión sexual en la Edad Media

Es difícil señalar quién y en qué momento aparece este mito, que también se ha extendido al Siglo de Oro, pero es posible que fueran algunos estudiosos del primer tercio del siglo XVI los que pusieran la primera piedra, señalando a la Edad Media como inculta, desorganizada y bárbara. Además divulgaran la leyenda sobre la prohibición o destrucción de los baños por Alfonso VI tras varias derrotas contra los musulmanes.

Indumentaria y costumbres en la España: La higiene desde la Edad Media  hasta el siglo XVII

«Y preguntó el rey Alfonso a sus sabios, por qué los soldados no podían soportar el esfuerzo del ejército. Ellos respondieron: porque están allí en los baños y los vuelven débiles. Entonces el rey hizo destruir los baños de su reino, y que los soldados sudaran con varios ejercicios

La verdad sobre el mito de la falta de higiene, el oscurantismo y la  represión sexual en la Edad Media

Según Cervantes, la gente en el siglo de oro se lavaba raramente y se perfumaba para ocultar los malos olores.

Si se lee con atención las dos partes del Quijote de Cervantes se reparará en que, en toda la novela, el protagonista sólo se lava tres veces. La primera vez ocurre cuando don Quijote llega a casa del Caballero del Verde Gabán. Introducido en una sala, su criado Sancho Panza lo desarma y antes de ponerse un vestido limpio, «con cinco calderos o seis de agua, se lavó la cabeza y rostro»: tan sucio iba que «se quedó el agua de color de suero», anota Cervantes. Más adelante, don Quijote llega al palacio de los duques, y allí, antes de comer, le enjuagan la barba con el aguamanil y con «jabón napolitano», propiciando las burlas de las criadas. Por último, el hidalgo manchego, después de ser vapuleado por un rebaño de toros y vacas a los que había desafiado en un cruce de caminos como si fueran caballeros andantes, encontró «una fuente clara y limpia» y allí «se enjuagó la boca y lavóse el rostro».

Higiene en el Siglo de Oro: el ejemplo de Don Quijote

El protagonista de la obra de Cervantes, pues, se lava muy raramente, y sólo la cara y los brazos. Nada de bañarse todo el cuerpo, salvo por accidente, como le ocurrió en dos ocasiones: en la aventura de los pellejos de vino, a los que don Quijote se puso a acuchillar de noche creyendo que eran gigantes, hasta que el barbero trajo «un gran caldero de agua fría del pozo y se lo echó por todo el cuerpo de golpe», despertándolo de su funambulismo; y al caerse al agua cuando la embarcación que lo transportaba zozobró en el Ebro. Lo mismo sucede con Sancho Panza, pues aparte del percance que sufrió junto con su amo en el Ebro, tan sólo se dice que una vez, al terminar la pelea que tuvo en la ínsula Barataria, los que estaban con él «lo limpiaron».

10 hábitos de higiene insólitos en la Edad Media

Don Quijote, Sancho Panza y los demás personajes de la novela están, pues, muy alejados de los parámetros actuales de higiene personal. Pero desde luego no eran ninguna excepción. Las condiciones de vida en la España de los siglos XVI y XVII dejaban mucho que desear en este aspecto.

Los hombres y mujeres del siglo XVIII sentían verdadero disgusto ante el desaliño personal como muestra una poesía de Francisco de Quevedo que decía: «Piojos cría el cabello más dorado, / legañas hace el ojo más vistoso, / en la nariz del rostro más hermoso / el asqueroso moco está enredado». Carecían, sin embargo, de los útiles de higiene de nuestros días. En cuanto a las pulgas, no quedaba más remedio que eliminarlas una a una, como muestra el célebre cuadro de Murillo con una anciana espulgando a su nieto. Para limpiarse la boca, dada la carencia de cepillos dentales, se recurría a un palillo y enjuagues de agua con hierbas, especialmente de azahar. El mismo don Quijote tenía por costumbre, después de una comida, «quedarse recostado sobre la silla y quizá mondándose los dientes».

Don Quijote, el hidalgo que casi nunca se lavaba

Por ejemplo, en la novela de Cervantes vemos también que todas las ventas, posadas o moradas a las que acudían ambos protagonistas a avituallarse o simplemente a descansar estaban sucias e infestadas de pulgas, piojos y chinches.

EL SIGLO DE ORO, UNA ÉPOCA…UN POCO SUCIA por Francisco Javier Tostado – LA  ALCAZABA

De estos insectos se habla mucho en el Quijote, por ejemplo cuando el hidalgo dice a su criado: «Sabrás, Sancho, que los españoles, y los que se embarcan en Cádiz, para ir a las Indias Orientales, una de las señales que tienen para entender que han pasado la línea equinoccial que te he dicho es que a todos los que van en el navío se les mueren los piojos, sin que les quede ninguno, ni en todo el bajel le hallarán, si le pesan a oro».

EL SIGLO DE ORO, UNA ÉPOCA…UN POCO SUCIA por Francisco Javier Tostado – LA  ALCAZABA

El desaseo imperante se explica también por determinadas concepciones médicas que dominaban en los siglos XVI y XVII.

MÉDICOS CONTRA EL AGUA

El desaseo imperante se explica también por determinadas concepciones médicas que dominaban en los siglos XVI y XVII. En esa época, el pensamiento médico vigente era el llamado «hipocratismo galenizado», una síntesis de las teorías de los médicos de la Antigüedad Hipócrates y Galeno a la que se añadían elementos mágico-religiosos. Según esta teoría, las enfermedades eran un resultado de los desequilibrios entre los cuatro humores que componían el cuerpo humano: la sangre, la flema, la bilis amarilla y la bilis negra. Las causas del desequilibrio procedían del exterior, por ejemplo, de una comida o bebida que resultaba demasiado «caliente» o demasiado «húmeda». En el Quijote, Cervantes introduce un personaje llamado Pedro Recio, un médico local, doctor por una universidad de segunda clase, que se pone a dar consejos a Sancho Panza cuando éste es gobernador de la ínsula Barataria sobre lo que conviene o no comer. Dice el médico: «Mandé quitar el plato de la fruta, por ser demasiadamente húmeda, y el plato del otro manjar también le mandé quitar, por ser demasiadamente caliente y tener muchas especies, que acrecientan la sed, y el que mucho bebe mata y consume el húmedo radical, donde consiste la vida».

Don Quijote, el hidalgo que casi nunca se lavaba

Otra supuesta causa del desequilibrio de los humores era el aire, y esto explica en parte la mala higiene personal. En esta época se pensaba que el agua, especialmente si estaba caliente, dilataba los poros, momento que aprovechaban los «miasmas», o aires malsanos, para entrar en el organismo y alterar el equilibrio de los humores. Por eso, cuanto menos se lavase una persona menos opciones tendría de enfermar. Ante esta situación la gente se limpiaba el cuerpo en seco, con la única excepción de manos, cara y cuello, esto es, las partes visibles. Hay que señalar que no faltaban motivos para temer el contagio. Justo cuando se publicaba la primera parte del Quijote, en 1605, España estaba aún inmersa en la epidemia de «peste atlántica» que acabó con la vida de 600.000 personas.

Sancho Panza dice de la campesina identificada como Dulcinea que desprendía un olor hombruno, «estaba sudad y algo correosa»

EL AMOR Y LA HIGIENE EN LOS AÑOS 1600 Y 1700 – Sólo para mujeres

Pero la falta de limpieza no impedía que la gente se preocupara mucho por su apariencia exterior. Los más pudientes se cambiaban con frecuencia de vestido y mantenían especial pulcritud en la camisa, cuellos y puños, siempre de color blanco. En los siglos XVI y XVII se pusieron de moda los guantes perfumados, pensados para disimular los malos olores. Los fabricados en España eran valorados en toda Europa, y Antonio Pérez, el secretario de Felipe II, solía regalarlos como medio infalible de garantizarse lucrativos favores.

Para disimular los olores corporales, existían perfumes y afeites como el «agua de ángeles»; cuando don Quijote llegó al palacio de los duques vio cómo los criados vertían sobre él «pomos de aguas olorosas». La gente sencilla, sin embargo, no podía permitirse ese lujo. En otro pasaje, don Quijote soñaba con entrar en un suntuoso palacio o castillo, «donde le harán desnudar como su madre le parió, y bañarán con templadas aguas, y untaránle todo con olorosos ungüentos, vistiéndole con una camisa de cendal delgadísima, toda olorosa y perfumada».

Madrid | Antonio Menendez

Cuando Sancho Panza fue nombrado gobernador de su ínsula, don Quijote le recomendaba: «Lo primero que te encargo es que seas limpio y que te cortes las uñas, sin dejarlas crecer como algunos hacen, a quien su ignorancia les ha dado a entender que las uñas largas les hermosean las manos: como si aquel excremento o añadidura que se dejan de cortar fuese uña, siendo antes garras de cernícalo lagartijero: puerco y extraordinario abuso». También le sugiere «no mascar a dos carrillos ni de erutar delante de nadie». Sucios tal vez, pero sin perder las formas.

Desde luego me he reído un buen rato leyendo estas historias, aunque me da un pena grande el concepto de higiene de la época.

Me he reído un buen rato con las explicaciones que daba el ingenioso hidalgo a su fiel escudero, tremendo.

Espero que a vosotros os haya gustado estas historias, a mi me ha parecido interesante y dos las gracias como siempre a los cuadernos de

Historia National Geographic

por darme esta información de la historia tan interesante.

Un saludo amigos,


Patxi Amescua

Productor de TV

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