LEYENDAS MEDIEVALES
El códice Gigas, el manuscrito que fue escrito por el mismo diablo
Creado a principios del siglo XIII según la leyenda por el monje benedictino Herman el Recluso, el Códice Gigas, llamado así por su enorme tamaño, atesora una tenebrosa leyenda que cuenta que fue el propio Lucifer quien ayudó al monje a terminar la obra en una sola noche a cambio de que apareciera su imagen en el libro.
El libro tiene un tamaño descomunal. Cada página del libro mide 89 cm de alto, 49 de ancho y la obra tiene un grosor de 22 cm. Su peso supera los 75 kilos y contiene 310 hojas de pergamino para lo que se necesitaron las pieles de 160 animales. Todo esto la convierte en el manuscrito medieval más grande que se conserva. Cada página está numerada en el centro del folio recto (cada página tiene dos caras formadas por el folio recto y folio verso), numeración que se hizo posteriormente, con casi toda seguridad en el siglo XVII. Cada hoja está dispuesta en dos columnas, con 106 líneas cada una.
Está iluminado con tintas roja, azul, amarilla, verde y oro, tanto en mayúsculas capitales como en otras páginas, en las que la miniatura puede ocupar la página completa. Se encuentra en un excelente estado de conservación, tanto que se puede leer todo el texto que contiene la obra. Se cree que su autor fue una sola persona- tardó no menos de 20 años en acabarlo.
Año de nuestro señor de 1230. Cuenta la leyenda que un monje llamado Inclusus Hermanus Monachus (Herman el Recluso) se halla recluido en su celda del monasterio de Podlažice (en Chrudim, en el centro de la actual República Checa) tras quebrantar uno de sus votos, y por tamaña transgresión es condenado a ser emparedado vivo. Herman es un benedictino o monje negro que ha tenido que soportar toda clase de castigos y privaciones, pero al que ahora espera un terrible destino, ya que el abad del monasterio ha ordenado que sea emparedado vivo. Para salvarse, Herman propone al abad algo imposible: para honrar al monasterio, se compromete a escribir el códice más grande de su época, en el que incluirá todos los pasajes de la Biblia y toda la sabiduría humana. Y lo escribirá en una sola noche. Pero incapaz de poder acabar a tiempo la tarea que él mismo se ha impuesto, cercano ya el amanecer, Herman hace un pacto con Satanás para que este guíe su mano y pueda salvar así la vida. El ángel caído aceptó ayudarle, pero le puso dos condiciones: quedarse con su alma y que su imagen apareciera en una de las páginas.
El Codex contiene la Biblia (la versión de la Vulgata, excepto los Hechos de los Apóstoles y el Apocalipsis, que provienen de una versión anterior), el texto completo de la Chronica Boemorum (Crónica checa) de Cosmas de Praga, curas medicinales, encantamientos mágicos, dos trabajos del historiador judío Flavio Josefo (las Antigüedades judías y La guerra de los judíos), las Etimologías del arzobispo San Isidoro de Sevilla, varios tratados sobre medicina del médico Constantino el Africano, un calendario, una lista necrológica de personas fallecidas, y otros textos.
Tal combinación de textos no existe en ninguna otra parte, calificado por Christopher de Hamel, profesor de la Universidad de Cambridge como «un objeto de lo más peculiar, extraño, fascinante, raro e inexplicable». Es de un precio incalculable, ha sido robado gran cantidad de veces y fue guardado en secreto por un emperador del Sacro Imperio Germano. A través de su historia, el Codex ha inspirado temor y la obsesión de poseerlo. Se cree que posee un poder sobrenatural inimaginable.
Con los albores del nuevo día, el abad del monasterio y sus acompañantes entraron en la celda de Herman y cuál sería su sorpresa al ver el Códice terminado, tal como había prometido el monje.
Gracias a la lista de necrológicas que contiene, sabemos que el Códice Gigas pudo ser redactado entre los años 1204 y 1230, y el análisis caligráfico así como de los pigmentos realizado por National Geographic, indica que fue escrito por una sola persona y que sólo se utilizó un tipo de tinta, elaborada con insectos machacados. Por su parte, especialistas de la Biblioteca Nacional de Estocolmo han deducido que un trabajo de tal envergadura podría haber ocupado a una sola persona durante unos treinta años de su vida.
En el año 1295, el monasterio atraviesa una difícil situación económica por lo que los benedictinos de Podlažice, venden el manuscrito a los cistercienses de Sedlec, a instancias del obispo Gregorio de Praga.
En el siglo XV, un tal M. Johannes Frauenberg que acudía a un encuentro de nobles Silesianos en 1477, tiene la oportunidad de ver el libro en la comunidad de Broumov, donde la obra fue escondida huyendo de la guerra. Allí escribiría una carta describiendo el manuscrito.
Durante el siglo XVI la obra sirvió como una especie de “álbum de amigos”. Muchos religiosos de Praga y la cercana Silesia, además de otros laicos escribieron sus nombres en la obra cuando visitaron el monasterio de Broumov. Así aparecen referencias a Fernando I, Rey de Bohemia que estuvo una noche en el monasterio en 1527 o Christopher Schlichtig, un alquimista sueco que estuvo en el monasterio el 26 de septiembre de 1590.
El emperador Rodolfo II, que era el sobrino del rey Felipe II de España, fue un hombre de gustos extravagantes. Su corte acogía a personajes de la talla del astrónomo Johannes Kepler, pero también por allí pululaba una miríada de magos, alquimistas y profetas autoproclamados.
Queriendo imitar a su tío, Rodolfo decidido a reunir una colección que albergara lo que él consideraba las grandes y raras maravillas del mundo. En su colección se podía ver un supuesto cuerno de unicornio, animales mutantes disecados, el esqueleto de un gigante y su pieza estrella: el Códice Gigas también conocido como la «Biblia del Diablo». Declarado loco por su propia familia, Rodolfo II abdicó en 1611, y el Códice pasó entonces a manos de la reina Cristina de Suecia, que lo añadiría a su biblioteca personal.
Quizás atemorizada por la supuesta maldición que planeaba sobre todos aquellos que poseyeran la «Biblia del diablo», años más tarde, y tras haberse convertido al catolicismo y abdicado de su trono, la reina Cristina se instaló en Roma, donde se llevó todos sus libros sagrados a excepción de uno: el Códice Gigas, que permaneció en Suecia. El Códice estuvo a punto de ser pasto de la llamas cuando un incendio devoró el castillo de Suecia el 7 de mayo de 1655. La leyenda cuenta que fue un monje quien lo salvó de la destrucción lanzándolo por la ventana, y cuando este cayó al suelo pareció «aterrizar» sin haber sufrido daño alguno gracias a la maldición que lo protegía. Aunque esto solo es una leyenda, puesto que en realidad a raíz de aquel incidente el Códice sufrió graves desperfectos.
Gracias al catálogo elaborado por el historiador y bibliotecario sueco Magnus von Celse, publicado en 1751, conocemos la importancia que había adquirido el Códice por aquel entonces. Incluso se llegó a afirmar que la obra perteneció al mismísimo Martín Lutero, algo que seguramente es falso. Para obtener una detallada descripción del Códice Gigas se tuvo que esperar a que Joseph Dobrowský, miembro de la Real Sociedad de Ciencias de Praga, realizara un informe en 1796 en el que se hacía eco de la importancia del manuscrito y de la información que podía aportar a la historia de la región. Por fortuna el Códice fue restaurado en el año 1819, y en la actualidad se exhibe en la Biblioteca Nacional de Suecia en Estocolmo donde forma parte de la exposición «Tesoros de la Biblioteca». La institución ha digitalizado el manuscrito, que cualquier persona puede consultar en su página web. De este modo, teniendo la oportunidad de ojear el códice más grande del mundo, tal vez uno pueda descubrir si el singular manuscrito realmente está o no maldito, e incluso si es obra del mismísimo Diablo…
Mi agradecimiento a:
por su fabulosa historia.