Monasterio de Leyre, los pilares del Reino de Navarra

UN MONASTERIO MILENARIO

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Monasterio de San Salvador de Leyre

Hace tiempo, andaba yo haciendo las Vueltas ciclistas a España, cuando estando en la Meta de Pamplona, el Realizador me llama con urgencia, pues estaban muy preocupados porque los ciclistas este día y no se porque razón, venían a más velocidad que la adecuada y los nervios se hicieron presentes en todo el equipo al no poder contactar con los técnicos de seguimiento de los helicópteros y al no tener señal desde el aire estábamos perdidos, porque no podías cubrir el recorrido. Les llamábamos por radio y no contestaban, por teléfono móvil y no contestaban, caray había un gran problema nos quedabamos sin señal, era un auténtico fracaso. Ni corto ni perezoso,agarré al más rápido de los conductores que tenía en el operativo y le dije vamos dirección Jaca, que es de donde venían los ciclistas. Seguía llamándoles, pero nada. Hablé con el piloto del helicóptero para que peinara la zona, pero nada no les veía, que nervios, vaya problema. Así seguí hasta que pasando el pantano de Yesa, me encuentro con una edificación impresionante, era el Monasterio de Leyre y nada más pasarlo y a mano izquierda debajo de unos árboles y a la sombra me encuentro a mis deseados compañeros técnicos. Rápido les dije poneros en contacto con la Unidad Móvil de Meta, entramos en directo en 10 minutos. Uff se solucionó todo. No había cobertura por las montañas y el helicóptero tampoco les veía por las ramas de los árboles, ufff, respiré a fondo. Problema resuelto, por poco, pero resuelto. Me dije, una aventura más del directo.

Después de esta odisea y al cabo del tiempo, cuando pude encontrar sitio en mi ocupada agenda de trabajo, me desplacé a ese mismo lugar. Ya con tranquilidad hice una visita al Monasterio, una maravilla, además había algo que me llamaba la atención y no sabía que era, la santidad del lugar, la historia, no sé. Cuando entré y me fuí enterando poco a poco de todo, me imaginé que aquel día de la Vuelta Ciclista a España había sido un milagro de San Virila o por ser descendiente de Iñigo Arista, Enneko Aritza, rey de Navarra, enterrado en estos santos lugares.

Hice el recorrido hasta la fuente, donde el santo se quedó dormido y oí a los pájaros cantar, un lugar idílico.

Ahora quiero que sepáis un poco de este maravilloso e interesante lugar y que si podéis, visitarlo,merece la pena.

Ubicado al pie de la sierra de su nombre y a 50 kilómetros de Pamplona y a 16 kilómetros de Sangüesa, el monasterio de Leyre esconde magníficos tesoros como la cripta del Siglo XI, la bóveda gótica o la “Porta Speciosa”, un pórtico románico del Sigo XII.

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El monasterio está en terrenos del municipio de Yesa a 52 kilómetros de la capital de Navarra, sobre el ramal del Camino de Santiago, que discurre siguiendo el río Aragón, pasa por Jaca, es el Camino de Santiago francés.

HISTORIA

Siglos IX – XI

La primera noticia histórica que tenemos sobre el monasterio es, sin duda, la visita de San Eulogio de Córdoba en el año 848.

Y cuando se puede acreditar esta antigua referencia es un lujo evitar falsas crónicas y erróneas leyendas.

El hecho cierto es que a mediados del siglo noveno (IX) existía en este mismo emplazamiento el monasterio de Leyre y era un centro importante de vida espiritual. La noticia nos llega de Córdoba, a la sazón centro espiritual y político de los musulmanes españoles.

En efecto, el presbítero Eulogio, futuro mártir y santo tan venerado en toda España, iba de viaje hacia las tierras germánicas.

Nos dejó en la noticia de su viaje una precisa referencia a los principales monasterios de Navarra y Aragón. De los cinco que cita, Leyre es el único que al cabo de más de mil cien años sigue en pie y continúa en su plena función monástica.

El nombre de Leyre aparece por dos veces en la carta que el propio Eulogio escribió poco después del 848 a Wilesindo, obispo de Pamplona. La referencia es breve pero muy concreta. Al hablar de su proyecto de ir a San Zacarías, añade: “Antes de ir a dicho lugar me detuve muchos días en el monasterio de Leyre, donde conocí varones muy señalados en el temor de Dios”.  

San Eulogio

Y luego, al momento de las despedidas, insiste saludando “a Fortún, abad del monasterio de Leyre con toda su comunidad”. Estas breves referencias se confirman con otras de la Vita vel passio Sancti Eulogii, escrita por su amigo Álvaro de Córdoba, documento que confirma la verdad del viaje pirenaico, y con un curioso texto del Apologéticus martyrum del propio San Eulogio: “Estando yo en Pamplona y viviendo en el monasterio de Leyre. La curiosidad de saber hízome registrar todos los libros allí conservados. De improviso cayeron mis ojos en las páginas de un opúsculo sin nombre de autor, que contenía la siguiente historia acerca del nefando profeta: Nació el heresiarca Mahoma…”. Y sigue después una amplia referencia.

Se confirma así plenamente la referencia del viaje y además de insistir en que estuvo en Leyre, aporta un nuevo dato muy valioso. Que nuestro monasterio disponía de una importante biblioteca. Sus libros despertaron la curiosidad de Eulogio, que era un sacerdote ilustrado y erudito, y lo más notable es que aquel hombre tan avezado en la dialéctica con los musulmanes, fue en Leyre donde encontró un libro sobre Mahoma, que no conocía, y que le sirvió para argumentar poderosamente en una de sus obras apologéticas.

Este es el punto de partida de la historia de Leyre. Cabe muy fundadamente sospechar que el monasterio no era de reciente fundación. Pero resulta difícil aventurar cómo era el monasterio y cuál pudo ser su origen. Se ha supuesto, como conjetura, que el movimiento monástico pirenaico pudo venir de las Galias y más concretamente, que fue reflejo del renacimiento monasterial de tiempo de Carlomagno. No hay dato concreto que permita afirmarlo.

A mediados del siglo IX hallamos también otra referencia bastante concreta. Importante, porque es el inicio de una devoción que llegó a ser muy típica del monasterio. La de las santas mártires Nunilo y Alodia.

Nacieron hacia el año 830, de padres acomodados, en Adahuesca, cerca de la fortaleza de Alquezar, en tierras de Barbastro, siendo Califa Abd al-Rahman II. Su padre era mu-ladi (convertido al Islam) y su madre había continuado siendo cristiana. San Eulogio de Córdoba hace mención expresa de su glorioso martirio.

Fueron decapitadas por confesar heroicamente la fe católica en la ciudad de Huesca un 21 de octubre antes del año 848, a la edad de 18 y 14 años, respectivamente.

Los restos de sus cuerpos, por deseo de los Reyes de Navarra, fueron trasladados, pocos años más tarde, al Monasterio de Leyre en donde reposaron durante diez siglos en la arqueta arábigo-persa, que fue el relicario que contuvo las reliquias de las Santas hasta la época de la desamortización definitiva, año 1862. La devoción a las Santas ha sido singular en el Reino de

Navarra. Se extendió pronto a la Rioja y en el siglo XVI a Toledo. En el 1491 el Conde de Lerín y Condestable del Reino, cuñado de Fernando el Católico, marchó exiliado de Navarra, junto con su familia y otros caballeros beamonteses a la toma de Granada y con ellos fueron dos imágenes góticas de las Santas, actualmente Patronas de Huéscar y La Puebla, en la región granadina. Después de muchos avatares históricos, en la actualidad, las reliquias de las santas se encuentran repartidas en su mayor parte entre Leyre y el pueblo de Adahuesca.  Los cartularios procedentes de Leyre, que se guardan en varios archivos españoles, se abren con un documento fechado unos años después de la visita de San Eulogio. Una escritura fechada probablemente entre el 850-52 contiene la donación de los inmediatos lugares de Esa (Vesa) y Benasa, en favor del monasterio. Son las más antiguas propiedades que se le conocen y es muy lógico que por ahí comenzase Leyre a redondear sus tierras. La donación aparece como efectuada por el rey Iñigo Ximénez Arista   juntamente con Wilesindo, obispo de Pamplona.

Iñigo Arista

Y se consigna en el documento como razón de ser de esta entrega, el traslado a Leyre de las reliquias de las Santas Nunilo y Alodia, efectuado probablemente por aquellas mismas fechas.

Pero cualquiera que sea el valor del documento, es un hecho cierto que es por entonces cuando se inicia la multisecular devoción por las reliquias de “las Santas” de Leyre. Luego, en el siglo XI la devoción de las Santas cuenta ya para entonces una firme tradición.

LAS INVASIONES DE LO SIGLOS IX Y X

Eran aquellos momentos difíciles para el incipiente reino de Pamplona. Había nacido con Iñigo Arista como una transacción entre los grupos vascos de la montaña y las fuerzas que reunían los Beni-Casi, navarros islamizados sólidamente afincados en el valle de Ebro. Estos, mantuvieron al comienzo una influencia preponderante. Para liberarse de su presión los monarcas navarros buscaron la alianza de los asturianos. Cuando el 848 viaja San Eulogio por Navarra, las relaciones entre musulmanes y navarros eran muy buenas. Se iba de Córdoba a Zaragoza y de Zaragoza a Pamplona sin dificultad en el paso. Diez años más tarde tendrá lugar en Albelda la “auténtica” batalla de Clavijo, en la que los navarros, apoyando al asturiano Ordoño I, derrotan a los Beni-Casi. Sin embargo, las alternativas se sucedieron y con ellas las batallas y las invasiones. En estas campañas, se castigaba a los monarcas navarros por su alianza con los Beni-Casi, rebeldes frente a Córdoba. El año 920 Abderramán III lleva su campaña a la zona estratégica de Leyre. Remonta el Aragón por la vía clásica de las invasiones del Sur. El choque y la derrota cristiana se producen en Liédena y la Foz de Lumbier, a la entrada del valle del Irati. Abderramán sigue a Pamplona a donde llega al cabo de cuatro días. La ciudad está abandonada.

En su obra de destrucción se cita expresamente el saqueo y derribo de la iglesia catedral.

Luego, en la segunda mitad del siglo X. mejoraron las relaciones entre Pamplona y Córdoba.

LEYRE, CORTE Y OBISPADO

Con sus alternativas políticas, se comprende que la vida en Pamplona y en Navarra durante ese siglo largo en que sufre tan reiteradas invasiones, hubo de ser muy angustiosa. Con todo se llegó a organizar un buen sistema defensivo. El avance de las tropas cordobesas se hacía preferentemente por los ríos. El Ega fue el camino de la penetración. Leyre constituía la altura inexpugnable en la que buscaron seguridad los fugitivos de Pamplona.

Santa María de Leyre

La Monarquía se refugió en Leyre. Se creó entonces una situación que durará en el siglo X y buena parte del Xl. Comienza la costumbre, discutida hoy por historiadores, de que los obispos de Pamplona se elijan entre los monjes de Leyre. También queremos recordar que el último rey de la dinastía de los Arsita, Fortún Garcés, el monarca que había estado tanto tiempo en Córdoba y que era abuelo de Abderramán III, al ser depuesto, pasó a ser monje de Leyre. 

Puede decirse muy bien que desde estos siglos IX y X aparece ya Leyre como el más importante de los centros monásticos de Navarra. Paralelamente se intensificaba la actividad religiosa. La vida espiritual se adivina floreciente. Mucho culto de las reliquias.

La cripta de San Babil

Parece indudable que Sancho el Mayor se educó de niño en el monasterio, pues en un documento llama al abad Sancho domino et magistro meo. De ahí el gran afecto que le unió a Leyre y que supo transmitir a sus sucesores. Su padre, don García de Nájera, que murió en 1054 en la batalla fratricida de Atapuerca, había sido curado en Leyre de una grave enfermedad, según decía, gracias a las oraciones de los monjes. Lo afirma en documento de 18 de noviembre da 1050 en el que hace una donación a Leyre. 

Panteón de los Reyes de Navarra

«Leyre es la reliquia mayor de Navarra. Tal vez no existiría Navarra sí no existiese Leyre. En sus viejas piedras está la razón del Reino Pirenaico, que nació precisamente en estas sierras y en estas tierras».

El Panteón real legerense se ubica en un arcosolio del centro de la nave de la iglesia abacial. Preside el conjunto un sugerente Cristo Rey de hierro y bronce, orlado por las simbólicas cadenas de Navarra. Los Restos de los Primeros Reyes de Navarra descansan en un sobrio arcón neogótico de roble, con cubierta a doble vertiente, ennoblecido con herrajes. A sus pies, en una placa de bronce, se listan los nombres de los monarcas sepultados según la tradición documental del monasterio:

«AQUÍ DESCANSAN LOS RESTOS MORTALES DE LOS PRIMEROS REYES DE NAVAN SANCHO GARCÉS (804-824, JIMENO ÍÑIGUEZ (824-836), ÍÑIGO ARISTA (836-852), GARCÍA II IÑIGUEZ (860-882), FORTUÑO GARCÉS EL MONJE (882-905), SANCHO GARCÉS 1 (905-926), GARCÍA SÁNCHEZ III (926-970), SANCHO GARCÍA II ABARCA (97 994), RAMIRO XIII ( -991) Y GARCÍA SÁNCHEZ IV EL TRÉMULO (994-999). ASÍ COMO LOS DE LOS PRÍNCIPES ANDRÉS Y MARTÍN FEBO Y LOS DE SIETE REINAS, SEGÚN CON EN EL “LIBRO DE LA REGLA” DEL SIGLO XIII Y EN LAS “TABLAS DE LEYRE” DEL SIGLO X1 POR DESEO PROPIO ENTERRADOS EN ESTE MONASTERIO DE SAN SALVADOR DE LEY CUNA DEL REINO DE NAVARRA, Y SUS RESTOS PERMANECEN EN ESTE ARCA DESDE EL 8 JULIO DE 1915».

En cuanto a las reinas, el Libro de la Regla del Monasterio señala que fueron siete las aquí sepultadas y cita los nombres: JIMENA, MUNIA, ONECA, URRACA, ESTEFANÍA Y PLACENCIA. A la reina Oneca se debería la traslación a Leyre de los cuerpos de las Santas Vírgenes y Mártires Nunilo y Alodia.

Cierra el Panteón Real una elegante reja de hierro forjado de estilo gótico tardío (s.XVI), procedente del Romanzado

EL RETORNO DE SAN VIRILA

Pasemos siquiera sea por un momento del campo rudo de la historia al más suave de la leyenda. En esos duros tiempos debió ser cuando volvió a Leyre nuestro famoso San Virila. En la más encantadora de las leyendas de Leyre, que es la de San Virila, nos cuentan que este santo abad pasó trescientos años en los repliegues de la Sierra de Errando oyendo a un pájaro que cantaba en el bosque, y cuando despertó de su sueño místico y bajó a Leyre, se encontró que los monjes habían cambiado de hábito. Vestían ahora de blanco. En su inocencia no se enteró de los lamentables espectáculos de las luchas del siglo XIII. Es una versión local de la gran leyenda del ermitaño que pidió a Dios le diese a conocer lo que es la visión beatífica y cómo pasa el tiempo en Su presencia. Como era santo, Dios le premió con ese canto del pájaro que duró tres siglos.

San Virila durmiendo al lado de la fuente

Además, aquí en Leyre, la historia de San Virila no es una pura leyenda. Es un hecho cierto que

Viril o Virila fue abad de Leyre, y se dice en tradición remotísima que nació en el vecino pueblo de Tiermas. Hay un documento del año 928 en el que comparece el abad Virila. Se puede asimismo acreditar su culto desde los días de Sancho el Mayor. Un paquete de ocho diplomas del siglo Xl nos muestra a San Virila asociado con las Santas Mártires. El calendario cisterciense de Leyre le incluía entre los santos auténticos. Sus reliquias, después de varias vicisitudes en los azarosos días del siglo XIX. Se encuentran ahora, de nuevo en su monasterio. Incluso en el monte, en uno de los más bellos parajes de la Sierra, se muestra. Tan visitada de montañeros y excursionistas, la “fuente de San Virila”. Un lugar en el que mana una fina corriente de agua a la que hoy mismo van los pájaros con alegre y animadísima complacencia.

Esta leyenda cuenta que cierto día primaveral, el abad Virila decidió dar un paseo por los bosques cercanos al monasterio, mientras meditaba sobre el gozo de la eternidad. En ello, un ruiseñor le distrajo hacia una fuente donde se quedó dormido. Al despertar, encontró el camino de vuelta al monasterio tras una larga búsqueda, pero quedó contrariado al ver que el tamaño de la iglesia y otras dependencias era mayor de lo que él recordaba. Cuando entró en el monasterio, nadie supo reconocerlo ni él pudo identificar a ninguno de los monjes que ahora ocupaban Leyre, así que decidieron buscar en el archivo del cenobio y descubrieron que se trataba del abad Virila, desaparecido en el bosque trescientos años antes.

Esta narración está cargada con una moraleja religiosa: «si el canto de un simple ave puede entretener durante tres siglos a un hombre, ¿qué no puede hacer la luz divina del Salvador?»

Entonces, un ruiseñor entró a la abadía con un anillo en el pico. El ruiseñor colocó el anillo en el dedo de San Virila y éste volvió a ser abad.

Puerta lateral del Monasterio

EL CANTO GREGORIANO

El canto gregoriano es una gran colección de obras musicales vocales puesta bajo la advocación del papa San Gregorio I Magno (590-604). Aunque el repertorio gregoriano no es obra de un solo hombre, ni siquiera de una sola generación, ni apareció solo en un lugar determinado.


El canto gregoriano hunde sus raíces en la práctica musical de la sinagoga judía y en el canto de las primeras comunidades cristianas; y es el fruto maduro de varios siglos de experiencia musical litúrgica en lengua latina en la Europa occidental.

El repertorio gregoriano se remonta al siglo VIII. Surge de una evolución del canto romano confrontado con el canto galicano.

El canto gregoriano es una música vocal, monódica (a una sola voz), y se desarrolla por grados conjuntos. La melodía gregoriana está en función del texto que suele estar tomado de la Sagrada Escritura. Las composiciones gregorianas vienen a ser un comentario musical lleno de unción religiosa a un texto sacro.

El canto gregoriano es la expresión musical de fe de la Iglesia, manifestada en su liturgia y que se ha mantenido durante siglos. Pero también es un patrimonio cultural de la humanidad, digno de ser oído como auténtica obra de arte. El canto gregoriano está en la base de nuestra música occidental actual.

Después de más de mil años de existencia, la vida monástica continúa latiendo en Leyre a ritmo del ora et labora según la Regla de san Benito (siglo VI). Como en los lejanos días del abad san Virila, aún cantan los ruiseñores en la sierra y en la iglesia de San Salvador resuenan las melodías gregorianas de los monjes glorificando a Dios

Un saludo amigos y hasta pronto,


Patxi Amescua

Productor de TV

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