Monasterio de San Pedro de Cardeña
Vamos a hablar de uno de los monasterios mas importantes de España, con una historia muy interesante.
Partimos de la ciudad de Burgos a la que fuimos a visitar la Catedral en su aniversario, pero que desgraciadamente no pudimos ver, porque como es museo y los museos cierran los Lunes, nos quedamos sin poder visitarla.
San Pedro de Cardeña es una abadía trapense
situada en el término municipal de Castrillo del Val, a 10 km del centro de Burgos. El monasterio se habrá fundado antes de 902 cuando el conde de Lantarón y de Cerezo, Gonzalo Téllez y su esposa Flámula realizaron la primera donación documentada al cenobio el 24 de septiembre de ese año de una serna en Pedernales y unas eras de sal.
En los siglos IX o X sus monjes fueron martirizados por los musulmanes,
canonizados en 1603 y conocidos como los «Mártires de Cardeña». El monasterio gozaba de gran popularidad con gran afluencia de devotos, entre los que se encontraban el rey Felipe III de España
y su esposa la reina Doña Margarita de Austria.
Una de sus preciadas reliquias, la cabeza de su abad San Esteban, fue trasladada al Monasterio de Celanova; también se encuentran dos urnas en el Monasterio de la Huelgas y otra en la Catedral de Burgos.
Cada año, el 6 de agosto, aniversario del martirio, la tierra del claustro donde fueron sepultados los mártires, se teñía de un color rojizo que parecía sangre. El milagroso prodigio, ampliamente testificado, se repite hasta finales del siglo XIV. El año 1674 ya una vez levantado el nuevo claustro de estilo herreriano se reprodujo el hecho, personándose el arzobispo Enrique de Peralta, que vivamente impresionado encargó un estudio, interviniendo médicos y teólogos. Recogió el líquido, coaguló al ser puesto en agua hirviendo.
Mandad recoger la tienda y vayámonos apresurados,
en San Pedro de Cardeña, allí nos cante el gallo;
veremos a vuestra mujer, discreta hijadalgo.
Según el Cantar, el Cid, antes de salir para el destierro, dejó en San Pedro de Cardeña a Jimena y a sus hijas, doña Elvira y doña Sol (cuyos nombres reales fueron María y Cristina)
encareciendo su cuidado al abad del monasterio. Cuna de muchas leyendas cidianas, fue el lugar donde reposaron durante siglos los restos del Cid y de su esposa Jimena.
El monasterio fue fundado por los benedictinos en 899, constituyéndose en un importante centro cultural y espiritual, especialmente en los primeros momentos de la construcción de Castilla. Del monasterio románico, saqueado en el 953 por el ejército de Abderramán III, aún queda la vieja torre del siglo XI y su claustro románico, del siglo XII.
San Pedro de Cardeña cuenta con una agitada historia, desde su fundación en los agrestes paisajes de lo que luego sería el reino de Castilla, fue saqueado en varias ocasiones, ya por ejércitos andalusíes o por las tropas francesas en el siglo XIX. Abandonado en el año 1836 tras la desamortización, fue ocupado temporalmente por distintas órdenes religiosas. Finalmente, el 1 de mayo de 1942, se restauró la vida monástica por monjes cistercienses llegados del monasterio palentino de San Isidro de Dueñas.
Debido a estos avatares el monasterio carece de tesoros artísticos de gran valor, pero sin embargo sus muros son en realidad un documento vivo de su historia, que el viajero curioso podrá descubrir con la ayuda de los monjes, siempre amables y hospitalarios, observantes de la Regla de San Benito.
Por ejemplo, en su fachada austera, de origen barroco, puede verse una estatua del Cid en actitud muy similar a la representada en las imágenes de Santiago Matamoros: los desperfectos que se observan en ella son debidos a los disparos de las tropas francesas durante la ocupación.
El saqueo francés afectó también a la tumba del Cid: los restos óseos fueron desperdigados por el templo e incluso sustraídos por los soldados que vieron en estos un valioso souvenir, razón por la que algunos museos europeos aseguran conservar hoy huesos del caballero castellano.
La historia del cadáver del Cid es tan azarosa como su vida: muerto en Valencia, su cuerpo fue exhumado por Jimena poco antes de la conquista almorávide de la ciudad, en 1102, para ser enterrado con el paso de los años en el monasterio, donde fue exhumado varias veces hasta su ubicación definitiva en la capilla-panteón del Cid, visitable, en la que pueden verse los sarcófagos del Cid y doña Jimena -esculpidos en el siglo XII por orden de Alfonso X el Sabio, descendiente lejano de Rodrigo,
aún conservan pequeños restos de policromía-, cenotafios de sus parientes y amigos, así como diversos frescos y objetos de la época. Hoy los restos del Cid y su esposa se hallan bajo el crucero de la Catedral de Burgos.
Desde la iglesia abacial del siglo XV en la que se encuentra la capilla accedemos al claustro de origen románico.
Es llamado de los Santos Mártires porque se identifica con el lugar donde, según la tradición, 200 monjes fueron asesinados por las tropas andalusíes de Abderramán III. Los capiteles originales están labrados en piedra de arenisca roja y decorados con motivos vegetales. También románica es la torre de principios del siglo XI, denominada popularmente «de doña Jimena» gracias a los versos del Cantar, que sitúan en Cardeña el refugio temporal de la mujer e hijas del Cid durante el destierro.
La fuerza del Cantar, poema en el que la historia y la ficción se entremezclan, ha sido tal que sin duda Cardeña puede considerarse el epicentro del mundo cidiano, lugar de historia y también de numerosas leyendas, como la de Babieca: a la salida, un monolito señala el lugar donde según la tradición fue enterrado el caballo del Cid.
La orden del Císter ya elaboraba vino en los siglos VI y VII.
Detalle de la curiosa escalera de caracol ubicada dentro del monasterio.
A continuación os voy a enseñar una serie de fotografías que hice dentro del monasterio y que vienen a demostrar la importancia de este recinto a través de los tiempos.
El buen fraile nos enseño rincones interesantes del monasterio.
En el patio existe una fuente de la que beben los frailes de la comunidad, agua clara y fresca que viene de los montes cercanos.
Terminamos como no, visitando la tienda de los frailes. La tienda era una exposición de comida, bebida, dulces, regalos. Todo ello elaborado no solo por estos hombres, también tienen de ostros conventos y monasterios de la orden. Monjas y frailes que trabajan para vender su arte y así encontrar un sustento para mantenerse.
Os recomiendo amigos que visitéis este santo lugar que sin duda alguna os gustará, además el guía es un fraile muy agradable y lo explica magníficamente. Sencillez y sabiduría la que encierran estos monjes, por eso les ayudé a mi manera comprando algo de vino y queso y algún que otro dulce elaborado por las monjes de la orden, que por cierto están deliciosos.
Un saluda amigos y hasta la próxima aventura,