¿Qué es el bálsamo de Fierabrás, la panacea cervantina?

Hoy vamos a hablar de una curiosa historia, reflejada dentro del libro de Don Quijote de la Mancha, y que a fe mía, parece curiosa, por eso la menciono a continuación. ¿A ver que os parece?.

El bálsamo que utilizaba Don Quijote estaba compuesto por aceite, vino, sal y romero, según la práctica de la farmacia de la época que mezclaba varios compuestos medicinales, tres de procedencia vegetal y uno mineral.

Según la leyenda, el rey Balán y su hijo Fierabrás conquistaron Roma y robaron unos barriles con los restos de la pócima con que es embalsamado el cuerpo de Jesucristo. Este bálsamo tenía poder mágico y curaba las heridas a quien lo bebía.

En el capítulo XVII, Don Quijote muestra a Sancho los ingredientes del célebre bálsamo, el caballero debe hervirlos y bendecirlos con ochenta padrenuestros y otras tantas avemarías, salves y credos…

“¿Qué redoma y que balfamo es effe, dixo Sancho Pança? Es un balfamo, respondio don Quijote, de quien tengo la receta en la memoria, con el qual no ay que rener temor a la muerte, ni ay penfar morir de feridaalguna.”  

En las obras literarias de Miguel de Cervantes, como se ha puesto de manifiesto en numerosos estudios, se pueden colegir continuas referencias al arte de la medicina. Y en el ámbito de la terapéutica, parece bastante claro que Cervantes, miembro de una familia de sanitarios, conocía las virtudes de numerosas plantas disponibles en los herbolarios de su época para el abordaje, popular y económico, de diferentes patologías.

Además, el literato, sobre todo en su obra maestra, El Quijote, solía recurrir al uso de diferentes preparados de botica, como bálsamos, ungüentos, bizmas, emplastos y aceites reparadores, básicamente para el manejo terapéutico de las heridas, golpes y traumatismos sufridos por los protagonistas. Y entre todas ellas, cabe mencionar el salutífero y eficaz bálsamo de Fierabrás.

Los bálsamos eran medicamentos de uso tópico muy empleados durante el Renacimiento, fabricados con sustancias aromáticas y destinados a curar heridas y llagas, aunque en el caso que nos ocupa, su administración tiene lugar por vía oral.

Un remedio mágico

El bálsamo de Fierabrás, al margen de la terapéutica médica convencional, pertenece al conjunto de remedios mágicos de la literatura caballeresca medieval. Según la tradición compilada en la Historia Caballeresca de Carlomagno, Fierabrás, “el de brazo feroz”, era un gigante sarraceno, hijo del emir Balante, señor de las Españas, que portaba en su caballo dos barriles con bálsamo sustraídos en Jerusalén, y procedentes del que había sido empleado en la sepultura de Jesús.

En el transcurso de un combate, el gigante perdió los barriles, que fueron encontrados por su enemigo Oliveros, uno de los Doce Pares de Francia, quien bebió del bálsamo y curó de sus heridas mortales. Hay que tener presente, en este sentido, que una versión de este cantar adquirió una cierta popularidad en la España del siglo XVI, al publicarse en Sevilla una traducción al castellano del mismo.

La pócima parece funcionar sólo con  caballeros, ya que tras beber la milagrosa poción a don Quijote le atacan vómitos y sudores, pero se siente curado después de dormir. Sancho, sin embargo, sufre un efecto laxante y poco edificante.

Sin embargo, el auténtico y mágico bálsamo de Fierabrás  tiene orígenes mucho más legendarios. Algunas fuentes, de hecho, afirman que Fierabrás era el feliz propietario de una  espina de la auténtica corona de Cristo, de la que nacía un rosal mágico que florecía todo el año, con rosas de variados colores y aromas, uno rosal del que más tarde los templarios cortaban flores para el altar de la Virgen, cuyas espinas no herían y del que se extraía su famoso bálsamo.

El bálsamo de Fierabrás está en Extremadura

Este rosal se encontraría ahora sumergido en las aguas del pantano de Alcántara, bajo la torre de Floripes, últimos restos del castillo templario que guarda la romántica leyenda de amores e deseos incestuosos, entre Fierabrás, Floripes y el caballero Guido de Borgoña, paladín de Carlomagno.

En la Torre de Floripes emergen los barriles de bálsamo en la mañana de San Juan

Estos barriles fueron arrojados al Tajo en el combate final entre Fierabrás y Carlomagno, cuando el gigante se vio perdido. Pero todavía pueden recuperarse, porque en la zona se cree que las extrañas formas que se ven en algunos  remolinos que forma el agua  cerca de la torre son los toneles del famoso bálsamo de Fierabrás, que en la mañana de San Juan, cuando el sol dora la Torre de Floripes, emergen por un instante  desde el fondo de la Rocha Frida para demostrarnos a todos que la magia aún existe.

La elaboración del bálsamo también es descrita por Don Quijote; los cuatro componentes (“simples”) deben ponerse al fuego en una olla y cocer durante largo rato, para finalmente el producto (“compuesto”) ser vertido en una alcuza de hojalata, sobre la que decir, a modo de ensalmo.

Entre los ingredientes del bálsamo de Fierabrás, destaca el romero, una hierba a la que se le han atribuido abundantes propiedades terapéuticas, siendo su popularidad tan amplia durante el siglo XVI, que se incorporó a la farmacopea española llevada al Nuevo Mundo. Perteneciente a la familia de las Lamiaceae, el romero (rosmarinus officinalis) es un conocido colerético, característica que ha sido parcialmente confirmada en experimentación animal, así como diurético y espasmolítico, debido a uno de sus componentes; el borneol.

El ingenioso hidalgo, incluso, llega a indicar la pauta posológica del preparado: si en alguna batalla “me han partido por medio del cuerpo”, solo será preciso juntar cuidadosamente las dos mitades “antes que la sangre se yele” (se coagule) y “me darás de beber sólo dos tragos del bálsamo y verasme quedar más sano que una manzana”.

Y del mismo modo, son descritos sus efectos: inicialmente un vómito intenso, seguido de gran sudor y fatiga y posteriormente un profundo sueño. Al despertar, tres horas después, el efecto reparador era tan marcado que el hidalgo creyó estar completamente curado.

La destrucción de los Cueros de Vino hecha por Don Quijote quien, todavía dormido, los toma en la Venta por Gigantes.

Con respecto al alcohol, el propio Don Quijote apunta, en un consejo a su escudero:

“Sé templado en el beber, considerando que demasiado vino ni guarda secreto ni cumple palabra”.

Espero que os haya gustado, un abrazo a todos.


Patxi Amescua

Productor de TV

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