TORO ( Zamora)

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Teníamos ganas de ir a la ciudad de Toro en Zamora, ya quisimos acercarnos el año en se celebraron Las Edades del Hombre pero no pudimos y ahora hicimos un hueco y aprovechamos para acercarnos.

Día lluvioso y un poco desagradable, pero no nos importa, nos gusta y además le da cierto aire de intriga.

Una densa historia y mucho que ver para dar un paseo por esta ciudad de afamados vinos.

Antes de venir a esta increible ciudad, estuve leyendo y recopilando datos para así informaros de la interesante historia de esta ciudad.

Empecemos:

Sobre el Duero se alza la muy noble, muy leal y muy antigua ciudad. Declarada de interés turístico y conjunto monumental histórico-artístico. Sus orígenes se remontan a la época celtibérica. Sede real, morada de nobles, lugar de reunión de cortes, juega un papel destacado en el enfrentamiento entre Juana la Beltraneja e Isabel la Católica, siendo escenario de la famosa batalla de Toro. Más tarde el Rey Fernando el Católico convoca la célebre Cortes de 1505, promulgándose las famosas Leyes de Toro. En época de Carlos I, tomó parte activa en la lucha de las Comunidades.

calle típica del centro

Toro se asoma al Duero justo en el mismo lugar en el que encontramos su monumento más emblemático: la Colegiata de Santa María la Mayor, punto de partida para un paseo en el que se mezclan monasterios, iglesias, torres, soportales, castillos y bodegas. Los diferentes bares y restaurantes para degustar su espléndida comida y las tiendas donde comprar sus famosos vinos.

Toro la ciudad que se asoma al Duero. Desde el  mirador del Espolón lo que se ve es el giro de noventa grados que este río, señor entre señores, se marca a los pies mismos de la Colegiata. Es como si, abrumado ante tanto arte y hermosura en vez de girar con otro rumbo se acercara para verla. Gesto que hay que valorar en lo que vale cuando hablamos de un río que es capaz de tajar algunos de los cañones fluviales más increíbles de Europa no muchos kilómetros más allá y tan solo por la cabezonería de no dar su brazo a torcer, acercarse como os he dicho a ver tanta belleza.

Y esa es solo una de las cosas increíbles que uno percibe en un paseo por esta ciudad tan salpicada de conventos, palacios, iglesias y callejas recoletas. Otra es descubrir algo que ya me temía, degustar sus magníficos vinos, en un entorno privilegiado.

VERRACO CELTIBÉRICO (Toro de Piedra). De la segunda Edad de Hierro, dio nombre a la ciudad y definió su blasón.

Un toro de granito viene a recordarnos la ocupación celtíbera de estas explanadas con largas vistas sobre la vega fértil de un Duero que debió sentirse como una muralla infranqueable.

Las repoblaciones llevadas a cabo por el hijo de Alfonso III el Magno a finales del siglo IX y principios del X, con colonos llegados de Asturias, Navarra y Vasconia. De ahí en adelante la ciudad fue ganando peso e importancia en el juego de las estrategias que se traían entre manos los poderosos, para brillar con especial intensidad entre los siglos XII y XVI. Un papel notable que se fue cimentando en acontecimientos como la firma, en 1218, del reconocimiento de Fernando III como rey de Castilla; las diversas Cortes celebradas aquí entre los siglos XIV y XV o la célebre batalla que el 1 de marzo de 1476 desbarató, en favor de Isabel “la Católica”, las pretensiones que la princesa Doña Juana “la Beltraneja” tenía de ocupar el trono de Castilla, al que aspiraba.

De gran importancia fueron también las Cortes convocadas aquí de nuevo tras la muerte de la reina Isabel en 1505 por su viudo, Fernando “el Católico”.

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Una reunión de alto nivel en la que se leyó el testamento de la reina, confirmando a su hija Juana como reina de Castilla, y se promulgaban las conocidas como Leyes de Toro, el conjunto de leyes básicas del derecho civil castellano, dictado un poco antes del fallecimiento de la reina, cuyo valor estriba en haber encarrilado el ordenamiento jurídico español de los siglos posteriores. Digamos que la buena estrella de Toro se torció tras el apoyo prestado al bando perdedor en la Guerra de las Comunidades contra Carlos V en 1521. A partir de ahí llegó un largo periodo de decadencia en el que tuvo tiempo, no obstante, para ser capital, hasta la reordenación administrativa de 1833, de una extensa provincia que incluía, además de las de Toro, tierras de la ribera palentina del Carrión o cántabras de Reinosa

Visitas a monumentos y paradas para probar la gastronomía y caldos locales que se ofrecen en el entorno porticado de la plaza Mayor,  visitar cinco de sus monumentos más principales: la Colegiata y las iglesias de San Salvador, San Sebastián de los Caballeros, el Santo Sepulcro y San Lorenzo el Real. También merece la pena visitar el monasterio del Sancti Spiritus.

Ayuntamiento

Hicimos parada para ver el espectáculo de la gente que celebraban » los quintos» en el Ayuntamiento. Cánticos de los mozos y las mozas de la localidad, saltos y mucha alegría.

calle típica del centro de la ciudad

Y ahora sí. La Colegiata es el monumento emblemático de la ciudad. Se ubica junto al mirador del Espolón sobre la vega del Duero y con vistas a su espectacular puente medieval. El templo tardó en construirse alrededor de cien años, entre mediados del siglo XII y 1240, acusando un estilo de transición del románico al gótico. Se levantó en dos fases que quedaron reflejadas, además por el estilo, también por el color de las piedras, las primeras calizas, más claras, y las pertenecientes al segundo periodo areniscas, más rojizas. La planta del edificio recuerda a la catedral de Zamora y copia el Cimborrio de la Torre del Gallo de la catedral salmantina.

No pudimos entrar porque la tenían cerrada por obras de restauración. Nos dijeron que solo la abrieron y con mucha precaución para las Edades del Hombre, pero una vez pasado esos días volvieron a cerrarla para que los expertos en restauración siguieran trabajando. Una pena, pero todo sea para la recuperación de esta maravilla.

Sol, viento y frío

El elemento más deslumbrante es la puerta occidental, llamada Portada de la Majestad o Pórtico de la Gloria.

Entre la gran cantidad de obras de arte que atesora el templo es famoso el cuadro de la Virgen de la Mosca que puede verse en el Museo de la Sacristía.

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Cuadro de la Virgen de la mosca

Nos cuenta un lugareño que desde la torre, se contempla una vista estupenda de la ciudad y la vega, exige el esfuerzo de salvar los 138 escalones de su escalera de caracol.

la vega de Toro

Ya era hora de parar para degustar esos platos tan ricos que tiene en esta ciudad castellana. Buscamos un sitio que a la vista nos pareció apropiado y cuál fue nuestro asombro que nos encontramos con una comida solo de señoras, lo que me pareció estupendo, pero con una marcha que no os podéis imaginar. Mientras que esperábamos para que nos dieran mesa, hice unas fotos a unos refranes que estaban pintados en la pared.

Que buenos refranes y que verdad.

Cuando al fin nos dieron mesa, nos sentaron cerca de una mesa larga en la se habían juntado varias amigas de la localidad para una celebración. Cantando y tocando palmas, no se que celebrarían, pero se lo estaban pasando de miedo. Mirad que marcha más buena y típica, el señor tocaba estupendamente y daba una alegría tremenda a los comensales, así daban palmas y cantaban.

Cuando salimos de comer nos fuimos a dar una vuelta, estaba la ciudad muy bonita iluminada.

Al día siguiente fuimos a comprar vino, como es natural en estas tierras y algo de pan y bollería, que aquí en Castilla es primordial. El vino lo encontramos, pero el pan no, estaba cerrado, que pena.

En unas de esas tiendas que daba gusto verla, llena de buenos caldos y de buenos quesos, me encontré con un escrito que aquí os lo pongo.

Y nada más amigos, una vez terminada nuestra aventura, pusimos dirección a nuestra casa y escribir cuanto antes nuestra experiencia en esta ciudad vieja en el tiempo y no menos importante en historia.

Un saludo,


Patxi Amescua

Productor de TV

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