VIKINGOS MERCENARIOS

Hola os voy a contar un apartado de la historia de España bastante curioso es la invasión en varias ocasiones y por puntos distintos de las hordas vikingas.

Gentes feroces y muy agresivas a las que tuvieron que enfrentarse nuestros antepasados.

Las evidencias del paso de vikingos en León son escasas, son evidentes como para pensar que, además de venir, algunos lo hicieron para quedarse.

Mucho se ha escrito sobre los ataques vikingos en Inglaterra o el asedio de París, pero lo cierto es que su campo de operaciones fue más allá del Atlántico.

La Península Ibérica, sumida en enfrentamientos entre cristianos y musulmanes, fue un suculento objetivo para estos saqueadores profesionales. A lo largo de los siglos se sucedieron varias campañas en la que los escandinavos asolaron algunas de las poblaciones más importantes de lo que hoy es España.

España en la era vikinga

Las expediciones vikingas en España tuvieron lugar entre los siglos IX y X.

Por aquel entonces, la Península Ibérica se encontraba dividida entre Al-Ándalus y los antiguos reinos cristianos. En un principio, los nórdicos se encontraron las coronas de Asturias y Pamplona, así como la Marca Hispánica, territorio del Imperio carolingio.

En ataques posteriores se toparían también con el Reino de León. Entre el primer ataque de los vikingos en España y el último transcurrió más de un siglo. La situación en la Península no varió mucho, dado que el último bastión islámico, el Reino de Granada, no caería hasta finales del siglo XV.

Los ataques vikingos en España se pueden dividir en tres oleadas.

La primera expedición escandinava en tierras españolas se produjo en el año 844. Consistió en un asalto al litoral atlántico de la Península Ibérica y en un posterior internamiento por el río Guadalquivir.

Una numerosa flota vikinga que había realizado una incursión por el río Garona (sur de Francia) terminó llegando a la costa cantábrica tras una tormenta.

El 1 de agosto, una formidable flota compuesta por un centenar de barcos vikingos es divisada en la costa de Gijón. Los escandinavos desembarcan para recoger agua y se marchan sin provocar incidentes. Días más tarde, los nórdicos se dedican a saquear aldeas en las cercanías de La Coruña. Finalmente, la invasión termina cuando las tropas de Ramiro I de Asturias derrotan a los vikingos y los obligan a embarcar.

Ramiro I, rey con mano dura - La Nueva España
Ramiro I

Después de su pequeña escaramuza en La Coruña, la flota encuentra lo que estaba buscando en Lisboa. Esta gran ciudad fue sitiada durante 13 días entre agosto y septiembre, hasta que un ejército musulmán fue enviado para expulsarles. Entonces, los nórdicos siguieron recorriendo el litoral ibérico hacia el sur, llegando al golfo de Cádiz.

Conquistaron Cádiz, y remontaron el río Guadalquivir, saqueando las poblaciones que encontraron y causando grandes matanzas para que nadie alertase de su presencia. Más tarde, derrotaron a los musulmanes en la batalla de Cabtal. Siguiendo el curso del río, los casi 4.000 vikingos llegaron a Isbiliya, Sevilla, a finales de septiembre. Los sevillanos huyeron despavoridos a Carmona, como narra el cronista andalusí Ibn al-Qutiyya en su Historia de la Conquista de al-Ándalus.

Pero unas semanas más tarde llegaría un contingente de 16.000 hombres procedentes Córdoba enviados por Abderramán II. El emir de Córdoba puso al frente de este ejército a Musa ibn Musa al-Qasi, una de las personalidades de la época.

La reacción de Al-Ándalus

Los vikingos establecieron una base en Tablada y dividieron sus fuerzas en cuatro grupos. El primero, de unos 200 hombres, atacó Morón; el segundo, atacó Benilaiz; el tercero atacó Fuente de Cantos; y el cuarto, que atacó Córdoba. El enorme ejército de Musa ibn Musa aniquiló al primer grupo en la batalla de Morón y atacó el fortín de Tablada, donde perecieron un millar de invasores.

Musa ibn Musa al-Qasi, uno de los comandantes que peleó contra los vikingos



Cuando Abd ar-Rahman II se entera de la caída de Sevilla moviliza sus tropas bajo el liderazgo del hajib, Isa ibn Shuhayd. ​ Convoca a los gobernadores de las regiones vecinas para incorporar a sus hombres a la fuerza para enfrentar la invasión. ​ Se reunieron en Córdoba, y luego marcharon hacia Axarafe, una colina cerca de Sevilla, donde Isa ibn Shuhayd emplaza su cuartel principal.

 Un contingente liderado por Musa ibn Musa al-Qasi, líder del principado semi independiente de Banu Qasi ubicado al norte, se une a estas fuerzas a pesar de la rivalidad política existente entre Musa ibn Musa y Abd ar-Rahman, desempeñando un importante rol en la campaña. ​

La ciudad de Sevilla y sus suburbios quedaron en ruinas. ​ La destrucción producto de los ataques vikingos aterrorizó a los habitantes de Al-Andalus. ​ Abd ar-Rahman ordenó nuevas medidas para defender a la ciudad ante posibles ataques. Creó un nuevo arsenal naval (dar al-sina’a) en Sevilla y construyó muros alrededor de la ciudad y en otros asentamientos. Se construyeron naves y armas, y se reclutaron tropas y marineros, y se estableció una red de mensajeros para distribuir información en caso que se produjeran nuevos ataques. ​ Estas medidas fueron adecuadas para frustrar los subsiguientes ataques vikingos en 859 y 966.

Gran parte de los vikingos navegaban de regreso a Francia, y su derrota por las tropas andaluzas puede haberlos desalentado de intentar nuevos ataques a la península en forma inmediata. ​ Al año siguiente los vikingos enviaron una embajada a la corte de Abd ar-Rahman, quien a su vez envió al poeta Yahya ibn al-Hakam (apodado Al-Ghazal, «la gacela») como embajador a los vikingos. ​ Además, algunos de los atacantes se quedaron en la región, se convirtieron al Islam, y se convirtieron en comerciantes de queso. ​

Los musulmanes apresaron y ejecutaron a otros 400 invasores tras este enfrentamiento. La mayoría fueron decapitados, y sus cabezas pendieron de las palmeras de Sevilla. Otros fueron enterrados vivos con la cabeza al descubierto, para ser pisoteados por caballos. Por otro lado, los andalusíes prendieron fuego a 30 barcos nórdicos.

Como consecuencia del ataque, Abderramán II reconstruyó las defensas de Sevilla y mandó construir naves para defender el litoral de Al-Ándalus. Asimismo, estableció un sistema de correos a caballo para alertar rápidamente de futuros asaltos.

Bajo la mirada de Córdoba: Abderramán II, el gran Emir de Al Ándalus
Abderraman II

858-862

Invasión vikinga

La segunda incursión vikinga en España fue comandada por Björn Ragnarsson, también conocido por su apodo Costado de Hierro. Desde su base en el río Loira, el hijo de Ragnar Lothbrok fletó una flota de cien naves con destino a la Península Ibérica.

En el año 858, los barcos de Björn suben por la ría de Arosa para atacar Santiago de Compostela, ciudad amurallada que asedian. Los cristianos les pagan un tributo para que se marchen, pero los nórdicos mantienen el cerco. El rey Ordoño I de Asturias manda un ejército comandado por el conde Pedro Theon, que inflige una dura derrota a los invasores: de los 100 navíos con los que llegaron los vikingos, sólo pudieron escapar 62.

La captura del rey de Pamplona

Meses más tarde, el hijo de Ragnar estaba de vuelta a las tierras españolas. Los barcos de Hasting y Björn ‘Costado de Hierro’. Fueron los jefes de una flota vikinga. Ambos respondían al prototipo de caudillo nórdico, y eran arrojados, taimados y crueles, remontaron el curso del río Ebro, adentrándose hasta Pamplona, donde mataron a muchos ‘baskunis’.  Allí apresaron al rey García Íñiguez de Pamplona,.Quien tuvo que abonar 70.000 monedas de oro para ser liberado.

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García Iñiguez

Tras semejante éxito, la segunda visita de los vikingos en España sufrió un gran revés. Al cruzar el estrecho de Gibraltar para regresar a casa, Björn se topó con una gran flota del emir cordobés. En la batalla, los vikingos perdieron unos 40 barcos.

Los pocos navíos vikingos que lograron esquivar la armada musulmana llegaron a casa en 862 cargados de tesoros.

966-971: La última visita a España

La tercera gran oleada de ataques vikingos en España arranca en el año 966. A diferencia de los dos episodios anteriores, esta oleada consiste en varios intentos de invasión.

En 966, 28 barcos nórdicos son avistados en Alcácer do Sal, cerca de Lisboa. Se produjo una batalla naval ganada por los escandinavos, que tomaron muchos prisioneros. Sin embargo, una flota musulmana procedente de Sevilla les dio caza y recuperaron gran parte de los cautivos.

En 968, el caudillo Gundræd (o Gunderedo) dirige una flota de cien naves que suben por la ría para atacar Santiago de Compostela.

El obispo y noble Sisnando Menéndez encabeza a las tropas defensoras, que son derrotadas en Fornelos y pierden a su líder.

En los tres años siguientes, los vikingos saquean sin oposición los aledaños de Santiago. Finalmente, el Reino de Asturias les hizo frente en el año 971. Un ejército comandado por el obispo Rudesindo y el conde Gonzalo Sánchez se impone a los nórdicos en una batalla en la que muere Gundræd.

Unos meses después, un numeroso grupo de drakkars se aproximó a Lisboa. Sin embargo, los andalusíes habían aprendido la lección y los interceptaron juntando las flotas del Mediterráneo y del Atlántico.

Éste fue el último y frustrado intento de los nórdicos de atacar la Península Ibérica.

En la actualidad, hablar de vikingos trae a nuestra mente la imagen de hombres terribles procedentes del norte, saltando de sus veloces ‘drakkars’, para asaltar villas y monasterios por toda la Europa medieval. Una imagen que no solo se producía en las costas, sino que los vikingos navegando ríos y cruzando montañas, cargando con sus barcos sobre los hombros. De esos asaltos tampoco se libraron las costas del noroeste de la península. Reyes asturianos y leoneses tuvieron que salir a hacerles frente en varias ocasiones para evitar sus saqueos. Sin embargo, los ataques costeros peninsulares no parecen haber sido de la misma trascendencia que los recibidos en otras lugares como

Francia, Irlanda o Inglaterra. Casi siempre estos piratas encontraron una fuerte resistencia y tuvieron que retirarse sin apenas dejar rastro en las sociedades que habitaban las costas cantábricas. Es por eso que resulta sorprendente la aparición de un topónimo como Lordemanos en la provincia de León, en el municipio de Cimanes de la Vega, muy cerca de la provincia con Zamora. Este nombre (lordemanos), como se conocía a los «hombres del norte» en la Edad Media, ni ninguno parecido, aparecen en lugares donde serían más probables, como las costas atlánticas y cantábricas. ¿Cómo llegaron, por tanto, estos lordemanos a León?

Para responder a esta pregunta, es necesario recordar que el vocablo vikingo es en realidad un término muy preciso que habla de una actividad. Los vikings eran expediciones de saqueo con un significado similar al de las razzias musulmanas. La palabra vikingo, por tanto, hace referencia a aquel que realiza estas actividades de piratería independientemente de su origen étnico. En la Edad Media era mucho más habitual referirse a estos hombres como normandos, lordemanos o palabras derivadas de las mismas.

Estas gentes procedentes de Escandinavia, cuyo origen puede hallarse en los antiguos hérulos que ya asediaron el Imperio romano en la época de las invasiones bárbaras, no solo aparecían en esas expediciones periódicas de saqueo, sino que tenemos noticias de ellos desde antiguo como mercenarios.

Ya en el año 795, durante la batalla de Astorga, sabemos por cronistas musulmanes que el rey asturiano Alfonso II salió al encuentro de las tropas enviadas por Hisham I con ayuda de vascones y de magos. Este nombre, magos o madjus, era utilizado a menudo entre los musulmanes para referirse a los normandos. Sobre la posible presencia en el norte de la península de estos vikingos abunda el historiador egipcio al-Nuwayri (1279-1333) cuando nos recuerda que los vikingos que asaltaban las ciudades musulmanas «habitan las tierras más lejanas de al-Ándalus», entendiendo por al-Ándalus la península ibérica.

Otras teorías

La hipótesis de la presencia de estos vikingos actuando como mercenarios en León también se ve reforzada cuando recordamos que el pueblo de Lordemanos en León se encuentra en la línea de división entre cristianos y musulmanes durante la reconquista entre los siglos IX y XI. Ya en el siglo XII, sabemos por la Historia Compostelana que condes noruegos establecidos en Inglaterra son llamados por condes gallegos partidarios de Alfonso el Batallador para participar en la contienda que este tenía con Urraca, madre de Alfonso VII de León, venciéndola en el año 1111 en la batalla de Villadangos.

Quizás en pago de estas ayudas militares recibieron aquellos soldados de fortuna territorios en los que asentarse. Alguno de ellos, como en el caso de Lordemanos, dejó en su nombre su presencia. Otros quizás se encuentren enterrados esperando que, algún día, la arqueología los vuelva a sacar a la luz.

Idolillo escandinavo del Museo de San Isidoro

Lordemanos, equivalente a normandos, hay que relacionarlo con esa contratación de mercenarios, como lo atestiguan algunos documentos. En la guerra civil en que estaba sumido el Reino de León durante la minoría de edad de Alfonso VII, entre su madre Urraca y su padrastro Alfonso I, el Batallador, rey de Aragón, los partidarios del aragonés se vieron obligados a tomar a su servicio: «Piratas que venían del lado de Inglaterra e iban a Jerusalén, gentes sin ninguna piedad , degollaron a los unos y despojaron a los otros de todo cuanto poseían ciegos de codicia violaron las iglesias, se apoderaron sacrílegamente de los objetos sagrados y de las personas que encontraron en ellas». La armada del hábil y ambicioso obispo de Santiago, Diego Gelmírez, partidario de Urraca, asaltó la armada de los piratas en el momento que éstos acababan de destruir una iglesia y transportaban el botín a sus barcos, arrebatandoles tres embarcaciones y haciendo gran número de prisioneros.

Bueno amigos, quería contaros algo de esta parte de la historia de España, que creo que merece la pena saber o por lo menos tener una idea de lo que paso por aquellos tiempos.

Un saludo a todos,


Patxi Amescua

Productor de TV

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