Bobastro, la historia del rebelde que puso en jaque a Al-Ándalus.
De nuevo estoy aquí para contaros una nueva historia, la de la construcción de la única iglesia mozárabe de toda Andalucía y las consecuencias de las revueltas originadas dentro del Califato.
Al norte de la provincia de Málaga, y en el término municipal de Ardales, está el yacimiento arqueológico de Bobastro.
El interés de esta iglesia mozárabe es que la única muestra arquitectónica que puede definirse como puramente mozárabe, puesto que es un tempo levantado por la comunidad cristiana en medio de dominio musulmán y en territorio califal. El templo está orientado hacia el este, tiene una longitud de diecisiete metros por diez de ancho, se trata de una construcción horadada en la roca, por lo que tiene un valor inestimable.
La crisis del emirato de Córdoba.
Había pasado más de un siglo desde que Abderramán I se impusiera al resto de rivales musulmanes, que intentaban consagrarse como líderes políticos de Al-Ándalus, y fundará el emirato de Córdoba. Dicho emirato lo podemos considerar como el primer estado centralizado que los musulmanes instauraron en el Península, a base de apoyo social, unanimidad religiosa y especialmente un potente ejército constituido por esclavos francos, hispanos o bereberes.
A finales del siglo IX, con los herederos de Abderramán I, el emirato de Córdoba pasaba por sus horas más bajas. Tras la muerte de Muhammad I, sus hijos no estuvieron a la altura, ni Al-Múndir, ni Abd-Allah supieron contener las embestidas que les llegaban desde el mismo interior del Califato. Lo que no habían conseguido los cristianos del norte, a pesar de sus notables avances, o los vikingos que atacaron por el Guadalquivir, ahora estaban a punto de conseguirlo los muladís que ejercían el poder de ciertos territorios islámicos. En el rio Ebro, Banu Qasi ( como vimos en una historia anterior), se autoproclamaba “el tercer rey de España”, en Mérida, una de las ciudades más importantes de Hispania, Ibn Marwan se independizaba del poder central, y por supuesto nuestro protagonista de hoy, Umar ben Hafsún iniciaba una revuelta en la serranía de Ronda. El califato se desquebrajaba por momentos y el centralismo de Córdoba corría serio peligro.
Bobastro con Umar ben Hafsún.
Umar ben Hafsún nació en la Serranía de Ronda, en el año 854 y en el seno de una familia de descendientes visigodos. Creció entre las historias que le narraba su tío, referentes a la conquista musulmana de la Península, o la represión de los árabes a las capas más inferiores de la sociedad, sin distinción de raza o religión, ya que estos se otorgaban a sí mismos una supuesta superioridad.
El desprecio hacia los árabes fue creciendo en el interior del joven Umar, y pronto se convirtió en un rebelde que cabalgaba por la sierra al frente de una banda, con el fin de recaudar botines para su causa. En una de las refriegas asesinó a un campesino y ante las posibles represalias, aconsejado por su tío, se refugió en una pequeña aldea medio abandonada, Bobastro.
Nada más llegar allí se debió dar cuenta de las enormes posibilidades defensivas de aquel lugar, desde la parte más alta de aquella colina, donde había un antiguo castillo romano, se divisaba al norte la campiña cordobesa y mirando al sur se podía llegar a ver el mar Mediterráneo.
Al instalarse allí también comprendió que sus objetivos debían ser otros, al menos más selectivos, desde ese momento se decidió a atacar solo a los más ricos árabes, no podía enemistarse con el resto, le podían ser de mucha utilidad. Umar ben Hafsún tenía ahora poco más de 20 años, por lo que podemos pensar que cometió un error de juventud. Su futura presa iba a ser el propio hijo del gobernador de Málaga, al que emboscó en las cercanías del rio Guadalhorce, este rápidamente escapó protegido por sus esclavos, y acto seguido la cabeza de Umar ya tenía puesto precio. No le quedó otro remedio que emigrar buscando refugio en África.
Su primera etapa como rebelde saqueador de caminos y consecución de botín de las poblaciones de los alrededores tuvo su final cuando fue derrotado en 883 por el general del ejército emiral Hashim Abd al Aziz, quien le ofreció el perdón a cambio de trasladarse a Córdoba con su gente y alistarse como mercenario en el ejército emiral. Era esta una práctica que tenía antecedentes en la política del emirato, con el fin de integrar a través del ejército a importantes linajes muladíes, como había sucedido con el rebelde de Mérida Ibn Marwan al-Yilliqi, aunque sin éxito, al igual que sucederá con Ibn Hafsun, pese a haberse distinguido militarmente frente a Pancorbo y contar con el patrocinio del general aludido, pero las diferencias con un oficial del palacio tuvieron como consecuencia el abandono del ejército y su vuelta a Bobastro, para seguir con la rebelión en 885.
Ahora con la ayuda de su tío decide dar un nuevo paso, el de pasar de jefe de una banda, a caudillo militar con la determinación de acabar con el emir de Córdoba. De nuevo recorrió la Sierra de Ronda ahora reclutando un ejército de muladís y mozárabes. Su primera acción fue vencer en el campo de batalla al ejercito de gobernador de Málaga, que acabó destituido por el emir cordobés. Gracias al carisma que adquirió Umar ben Hafsún, hasta Bobastro fueron llegando soldados dispuestos a unirse a su causa.
Umar ben Hafsún, el caudillo.
Pero el emir Muhammad I reaccionó rápidamente. Atacó las tierras cercanas a Bobastro, donde vivían muchas de las familias de los nuevos soldados de Umar. Este no tenía el ejército preparado para enfrentarse en campo abierto al del emirato, y la única solución ante la posible matanza fue rendirse y ponerse al servicio del emir. Así viajo al norte de la Península para enfrentarse a los ejércitos cristianos de Alfonso III y muladís de Banu Qasi, obteniendo sendas victorias y llegando a Córdoba para recibir los honores de Muhammad I.
Poco le duró la alegría al emir. Umar escapó, reunió a algunos de sus hombres y acabó con la resistencia que el emir omeya había colocado en Bobastro. Desde ese momento su popularidad subió sin cesar. Mozárabes y muladís, recuperaron a su caudillo, además con la lección bien aprendida. Desde ese momento tomó sucesivamente Mijas, Álora, Banamejí y Archidona, mandando levantar torres de vigilancia y murallas defensivas para hacer un gran cordón alrededor de Bobastro.
En los años siguientes siguió conquistando plazas omeyas, como la propia Ronda. Otros señores se unían a su causa como el de Linares, e incluso contactaba con Ibn Marwan en Mérida para ejercer la labor conjunta contra el emirato. Pronto algunas coras omeyas deciden cambiar de bando, uniéndose al nuevo poder del señor de Bobastro, como la de Cabra. De tal forma que en el año 887 sus dominios llegaban a Baena.
En ese momento Umar ben Hafsún era un rival muy peligroso, y el nuevo emir Al-Múndir, tras la muerte de su padre, se dirige al frente de su ejército a Bobastro. No consiguió llegar, según las “malas lenguas” murió envenenado por su propio hermano Abd Allah, que se proclamó emir en el mismo campamento, acto seguido las tropas omeyas vuelven a Córdoba, el nuevo rey de al-Ándalus no estaba por la labor de defender sus territorios. Solo un año después, Umar controla Osuna, Estepa, Écija o Aguilar, la ciudad de Córdoba quedaba escasamente a un día a caballo, y las razias de los hombres de Hafsún llegan a los arrabales de la capital andalusí.
Parecía el momento idóneo para conquistar Córdoba y acabar con el emirato. El enfrentamiento directo entre los dos ejércitos se produjo en las cercanías de la actual Aguilar de la Frontera. El resultado deparó una sorpresa para Umar ben Hafsún, ya que el ejército del emir seguía siendo muy superior, y al parecer no en número, pero si en experiencia en batallas campales. Incluso estuvo a punto de morir Umar, tras caer gran cantidad de sus hombres se vio obligado a refugiarse en la fortaleza de Poley. Esa misma noche a escondidas lo sacaron y un grupo reducido de su guardia personal lo acompañó hasta Bobastro. Al día siguiente la fortaleza fue tomada, y más de 1.000 hombres murieron a manos del ejército del emir.
Samuel de Bobastro.
Los años siguientes fueron de interminables luchas, largos asedios, recuperación de territorios y posteriores pérdidas. Ninguno de los dos contendientes ejercía una superioridad clara. Destacar un hecho que cambiaría el futuro de Bobastro. Sucedió en Sevilla, fue el asesinato de Mohammed gobernador de la ciudad, e hijo mayor del emir Abd Allah, a manos de los hombres de este último, aquel día dejó huérfano a un niño de 4 años, su nombre Abderramán.
El año 898 trajo enormes castigos a Al-Ándalus. Una enorme sequía produjo hambruna y muertes, agravado todo ello con la llegada de una epidemia de peste. Incluso Umar ben Hafsún acabó contagiado, y tras recuperarse decide abrazar el cristianismo. Tomó por nombre el de Samuel, en su decisión le acompañaron su esposa y tres de hijos, al menos otros dos siguieron procesando la fe musulmana. En aquellos días se acometería la construcción de la iglesia mayor de Bobastro, pocos años después bajo la petición de la hija menor de Samuel, Argentea, se inicia la construcción de un cenobio al lado de ella.
Reconstrucción de la iglesia y el cenobio de Bobastro.
La nueva religión de Samuel le reportaría algunos inconvenientes, perdiendo algunos apoyos tanto en Al-Ándalus, como especialmente en el norte de África. Era el momento de buscar nuevas alianzas, y sobre todo a un nivel superior. Ante su nueva condición, envió al rey astur Alfonso III su partida de bautismo y la determinación de apoyo mutuo para acabar con el emirato, al parecer nunca llegó respuesta.
La muerte de Samuel.
Tras una serie de años donde las fuentes son bastante escuetas, un hecho en Córdoba marcará el destino de Bobastro, era el año 912 y su emir fallecía. El heredero era aquel niño de 4 años que quedaba huérfano en Sevilla, que fue proclamado emir de Al-Al-Ándalus con 21 años, su nombre Abderramán III.
Al año siguiente al menos 70 fortalezas pasaban de manos de Samuel a las del nuevo emir. Su táctica se basó en la inteligencia. Conocía perfectamente como restar poder al señor de Bobastro. Concedió el perdón generalizado a los hombres que habían seguido a Umar, les dotaba de suculentos sueldos para integrar su nuevo ejército y ofrecía puestos en la administración a cristianos y mozárabes. Las rebajas de impuestos se generalizaron, un nuevo aire llegaba de Córdoba, y precisamente no era muy favorable para un insurgente.
En el año 914 Samuel pierde su conexión en Málaga con el Mediterráneo, de donde le llegaban los suministros para su pequeño estado. La población malagueña era más fiel al muevo emir que al rebelde de Bobastro.
Los siguientes años pasaron entre nuevas sequias, pestes, y una necesaria tregua que firmaron ambos contendientes. El 1 de febrero del año 918, tras una larga enfermedad murió Umar ben Hafsún, Samuel fue enterrado bajo el rito cristiano y su hijo Yaffar se hace con las riendas de Bobastro.
El final de Bobastro.
La muerte de Umar supuso una oportunidad, para que Abderramán III rompiera la tregua. Su primer objetivo fue el castillo de Belda, hoy situado en el término de Gaucín (Málaga), su posición abría una puerta a Algeciras para los habitantes de Bobastro, como nuevo punto de avituallamiento para los rebeldes. Los musulmanes del castillo pronto lo abandonaron y solo quedaron 170 cristianos en su defensa. Tras varios días de asedio el castillo fue tomado y a todos sus ocupantes se les cortó la cabeza. No era la única muestra de crueldad del renovado ejército del emir omeya, ya que por donde pasaban devastaban sus campos de cultivo, quemaban iglesias y asesinaban a todos los vecinos de los arrabales.
Los castillos en manos de la familia Hafsún no paraban de caer y en el mes de junio del año 920 cae el de Álora, su posición también era clave, ya que desde allí había camino libre hasta Bobastro. Sin solución de continuidad Yaffar pide una nueva tregua a Abderramán, este se la concede.
Entramos en un periodo confuso de la historia de Bobastro. Los herederos de Hafsún realizan una serie de movimientos extraños. Por un lado, uno de ellos Hafs ben Umar ben Hafsún se entrega al emir de Córdoba tras abandonar su castillo de Turrush. En siguiente término Yaffar es asesinado en su propio alcázar, sus asesinos son desconocidos, pero se apuesta por que fueron sus propios sirvientes cristianos, tras el abandono de Yaffar de la religión cristiana. Lo cierto es que, a su muerte, Sulayman, otro de los hermanos que en aquellos momentos servía al propio emir de Córdoba, es nombrado por este señor de Bobastro. A lo mejor pensaba que con motivo de tal designación se acabaría la larga lucha contra el estado insurgente, pero Bobastro bien valía resistir.
Ciertamente los siguientes años Abderramán III fue conquistando la mayor parte de los territorios que seguían ofreciendo obediencia a la familia Hafsún. Dichos territorios campaña tras campaña, se reducían considerablemente, pero allí seguía su inexpugnable capital Bobastro, fueron numerosos los intentos de las tropas omeyas para controlarlo, pero todos acabaron en fracaso. Así transcurrió la década que se iniciaba en el año 920, bien es cierto que el emir se aventuró por otras tierras, en esos años luchó en el norte con los reinos cristianos de Navarra y León, además de controlar a los herederos de Ibn Marwán en tierras de Extremadura.
Pero su “tacón de Aquiles” seguía en pie. En el año 927 decide prestar todas sus fuerzas a acabar con Bobastro. El asedió fue total, en las inmediaciones de la ciudad rebelde levantó diversas torres defensivas para colocar pequeños destacamentos, que controlaran todas las entradas y salidas de Bobastro. El propio Sulayman fue víctima de este control, al salir de la ciudad para visitar un convento cercano fue abordado por un contingente omeya, tras caer del caballo fue apresado y llevado a Córdoba, eso sí, en dos partes, por un lado, el cuerpo y por otro su cabeza.
Le sucedió otro de los hermanos, posiblemente, aunque las fuentes no sean claras, el más cobarde. Hafs ben Umar ben Hafsún, que seis meses después entrega la ciudad. Bobastro no fue tomada por el ejército omeya, fue abandonada por sus habitantes. En su llegada a Córdoba, Hafs ben Umar ben Hafsún es perdonado y cubierto de todo tipo de honores. Al mismo tiempo que Abderramán III partía hacía la ciudad rebelde. Al llegar allí, según las fuentes omeyas, quedó impresionado tras recorrer el poblado elogiando la elevación e inexpugnabilidad de Bobastro. Acto seguido mandó destruirlo todo, murallas, mezquitas, iglesias o el alcázar de la familia Hafsún. No sin antes saquear la tumba de Umar ben Hafsún, sus restos fueron llevados a Córdoba y crucificados en medio de dos de sus hijos, Hakim y el propio Sulayman.
Y así termina otro episodio de nuestra interesante historia, señores de la guerra enfrentados unos con otros.
Espero que cuando vayáis por esas tierras os acerquéis para ver los restos de lo que fue el azote de emires. Lugares inexpugnables llenos de aventuras, leyendas e historia.
Un saludo,
Agradecimiento a: Caminando por la historia