La victoria de César en la batalla de Munda
A veces nos gusta recordar hechos históricos que tuvieron lugar en nuestra tierra. Personas o sucesos que pasaron en el valle de Guadalquivir. Hoy vamos a retroceder siglos atrás, 2061 años en concreto. Por aquellas fechas se estaba desarrollando la Segunda Guerra Civil de la República Romana, un conflicto que había surgido por enfrentamientos entre las dos facciones políticas en el Senado Romano. Las dos facciones, los tradicionalistas o Pompeyanos, que era un grupo de oligarcas que pretendían mantener la legalidad de la República. Mantener el poder de las clases altas sin ceder apenas antes las bajas, pero a su vez querían mantener la legalidad, en el sentido de que el Senado mantuviera el poder y los senadores fueran autónomos en sus decisiones. En cierto sentido eran más democráticos. Los populares o partidarios de Julio César, que en realidad también formaban parte de las oligarquías de la clase alta romana, pero querían dar más importancia a las clases bajas frente a las altas, mejorar su posición social y económica. Por el contrario, pretendían retorcer la legalidad republicana, creando un gobierno populista que controlara el Senado, quitándole su autonomía. Por lo tanto eran menos demócratas.
El enfrentamiento decisivo entre los dos bandos que combatían en la segunda guerra civil romana tuvo lugar en los campos cordobeses el 17 de marzo del año 45 a.C. El resultado fue una victoria sin paliativos de Julio César, que se convertiría en el hombre más poderoso de Roma.
El 17 de marzo del año 45 a.C. tuvo lugar en Munda, no muy lejos de Córdoba, un lugar que los investigadores aún no han logrado identificar (algunos creen que se trata de Monda, otros de Ronda y algunos más de Montilla), una batalla decisiva que decidiría quien se haría con el poder absoluto en Roma durante los años siguientes. Allí se enfrentaron dos ejércitos romanos en el marco de la guerra civil entre César y los pompeyanos, que, tras la muerte de su líder, Cneo Pompeyo Magno,
luchaban a las órdenes de sus hijos, Cneo y Sexto, y del general Tito Labieno, antiguo lugarteniente de César en las Galias.
Se trataba de la última oportunidad de los pompeyanos de derrotar a Julio César, cuyas tropas llegaban al combate con la moral muy alta tras su victoria en la batalla de Ategua meses antes, el 19 de febrero. César había tomado la ciudad y en un gesto de clemencia perdonado la vida a sus habitantes, tal como lo cuenta Dión Casio: «Obligado César a continuar la guerra en invierno, no intentó nada contra Córdoba, pero se enteró de que en la ciudad de Ategua había mucho trigo, y se volvió contra ella y, sin tener reparo por ser una plaza muy fuerte, y confiando que sus habitantes se aterrarían al ver su numeroso ejército, por temor le entregarían la ciudad. En poco tiempo la rodeó con empalizada y foso». Tras su victoria, fue proclamado imperator.
Ese 17 de marzo, en el Campus Mundensis se enfrentaron trece legiones pompeyanas contra las ocho de César, que además de hallarse en inferioridad numérica tenían que atravesar un río para poder atacar a sus enemigos, bien atrincherados en una colina. La Legio X Equestris,
la favorita de César, se encontraba en la vanguardia, la quinta y la tercera, en el flanco izquierdo y las otras cinco formaban el centro. A pesar de que el terreno no les era favorable, los cesarianos desplegaron la caballería (más numerosa que la de sus contrincantes) por la retaguardia.
Los dos ejércitos lucharon enconadamente, y por un momento pareció que los pompeyanos tenían las de ganar, cuando los cesarianos flaquearon y el propio César acudió a diez pasos de la línea enemiga, esquivando proyectiles como un soldado más. Al final, la Legio X se abrió camino practicando una brecha en el flanco izquierdo del enemigo. Entonces Cneo Pompeyo ordenó a Labieno llevar allí una legión para tapar ese hueco, pero la caballería de Julio César empezó a envolver el otro flanco pompeyano.
Entonces Labieno trasladó a sus hombres para interceptarla, pero este movimiento fue un error, ya que el resto del ejército pompeyano interpretó que se trataba del inicio de una retirada, y emprendió la huida a toda velocidad.
De hecho, fue una victoria pírrica «Obtenidos con más daño del vencedor que del vencido» para César, puesto que mil hombres dejaron su vida en el campo de batalla (incluso más que en Farsalia), aunque al parecer las tropas pompeyanas tuvieron muchas más bajas. Los hombres de César, eufóricos, levantaron un trofeo macabro a las afueras de la ciudad de Munda para aterrorizar a sus habitantes: una torre con las cabezas cercenadas de sus enemigos.
«Se dice que César manifestó que siempre había luchado por la victoria, pero que en esta ocasión también había tenido que luchar por su vida».
De la dureza de la batalla son testimonio las palabras del propio César transmitidas por el historiador romano Plutarco: «Se dice que César manifestó que siempre había luchado por la victoria, pero que en esta ocasión también había tenido que luchar por su vida». De hecho, Labieno murió durante el combate, Cneo resultó herido, pero logró escapar (aunque fue capturado semanas después y decapitado) y Sexto huyó y se puso al frente de una pequeña flota de navíos de guerra. La guerra civil había acabado y tenía un claro vencedor: Julio César. El Senado decretó 50 días de agradecimientos y concedió a César el título de Libertador, una distinción que podría ostentar de por vida (un privilegio que no se había concedido a ningún general hasta entonces). Antes de regresar a Roma como amo y señor absoluto, César permaneció durante un tiempo en Hispania acabando con los últimos brotes de resistencia pompeyana.
Mi agradecimiento a estas dos páginas de historia por la información detallada de los acontecimientos,