Ofrendas en una cueva cántabra para pedir ayuda contra el asedio romano
Siglo I antes de nuestra era. Los pueblos indígenas de la región de Cantabria sufren el asedio del ejército romano. Son tiempos difíciles. Los nativos saben que el infinito poder de Roma terminará llevándoselo todo por delante. Se mire por donde se mire, acabarán muertos o tomados como esclavos. Incapaces de combatir al enemigo únicamente con medios físicos… solo queda rezar. En la cavidad más profunda de una remota cueva cántabra, de difícil localización y acceso, se celebra un ritual de socorro. Es un lugar complejo para el ser humano; sin apenas visibilidad, los participantes en el culto pueden desorientarse e incluso ver alterada su propia conciencia por las condiciones naturales. Un estado propicio para entrar en contacto con los dioses del inframundo, a los que dirigirles sus ofrendas. ¿Qué piden? «Ayuda, ayuda frente a los romanos».
Cabe destacar que el mismo término «cántabros» esta formado por la raíz celta «Kant-» (roca, piedra, peñasco) y el sufijo «abr-«, siendo los dos muy comunes dentro de las lenguas indoeuropeas. La conjunción del mismo significa algo como «pueblo/tribu que habita en las peñas» o «montañeses«.
Las Guerras Cántabras fueron una serie de enfrentamientos entre cántabros y romanos que tuvieron lugar del 29 al 16 antes de Cristo. Sucede en plena conquista romana de Hispania que se produjo del Sureste hacia el Norte. Los romanos consiguieron conquistar toda la península salvo a los astures y los cántabros. Estos pueblos se rebelaron contra ellos apoyándose en la orografía montañosa y usando una táctica de guerrillas sin enfrentarlos en campo abierto. Otra cosa a tener en cuenta era el carácter más aguerrido e indómito de los cántabros que no tenían otros lugares más avanzados culturalmente en ese momento. Tal fue la resistencia que mostró el pueblo cántabro que el propio Emperador Augusto fue quien dirigió la última parte del conflicto en el que los romanos cambiaron de táctica y comenzaron a ejecutar o esclavizar a todos los insurrectos cántabros que tenían edad para luchar.
Las representación de las Guerras Cántabras que se realiza en Los Corrales de Buelna dura dos semanas y cuenta con 13 tribus cántabras y 13 legiones romanas que se unen alcanzando un número cercano a las 2.000 personas. Ellos representan distintos momentos históricos pertenecientes al periodo histórico que representan, como son: La crucifixión de los cristianos, un combate entre ambos bandos, Corocotta reclamando su propia recompensa.
El emperador ofreció 250.000 sestercios –una fortuna– a quien lo capturase, y el propio Corocotta se presentó a cobrar esta cantidad.
Corocotta, fue un caudillo cántabro que tuvo en jaque al ejército romano, de tal manera que el propio Julio César decidió desplazarse a Hispania a ponerse en frente de sus legiones. Así y todo no pudo con el guerrero cántabro y es el mismo caudillo que se presenta ante el César disfrazado y reclamando la recompensa con la que Roma había puesto precio a su cabeza.. Ya os contaré en otro episodio esta historia que pinta en ser muy interesante, escrita por un buen amigo mío, Santiago Blasco.
En la prehistoria, el uso de las cuevas desde el punto de vista religioso se dividía en niveles. A mayor profundidad, más sagrada era esa parte de la gruta. De tal forma, que el chamán era el único que tenía acceso a la zona más profunda.
Las costumbres de las tribus cántabras iban muy relacionadas con las guerras y enfrentamientos. Como no los diferentes pobladores tenían lazos de afinidad en su manera de actuar, pero siempre manteniendo una distancia político-social que al final seria su perdición en las Guerras Cántabras. Como hemos comentando en los diferentes apartados vemos que los cántabros además de organizarse en diferentes tribus, lo hacían en clanes. Ni siquiera el dominio romano pudo acabar con esta jerarquía. Sus viviendas se agrupaban en castros, poblados situados en lo alto de los montes para defenderse de las agresiones con más seguridad. Quien no ha oído nombrar alguna vez Amaya, Monte Cildá, Monte Bernorio, Celada Marlantes, Castrillo del Haya. Se cree a ciencia cierta que muchos de ellos de eran de tamaño colosal, siendo indispensable para albergar tribus enteras en tiempo de guerra. Uno de ellos no solo fue importante en tiempos de los antiguos cántabros sino en la época actual: El Castro de Las Rabas (Celada Marlantes). En este gran castro se han recuperado decenas de objetos tales como fíbulas, cerámicas, cuchillos, etc.
Era costumbre entre los antiguos cántabros vivir en la zona sur de lo que hoy conocemos como «Cantabria«, ya que el clima era menos riguroso y sus montes eran menos escarpados. No obstante, y contradiciendo muchas teorías, se han encontrado diferentes asentamientos cerca del mar: Castilnegro (Peña Cabarga), Peña Samano (Castro Urdiales) o La Garma (Omoño). Se cree que muchas de las tribus cántabras poseían una estructura claramente matriarcal, aunque no todas. En las que sí, las mujeres eran las encargadas de los cultivos y de la gestión del terreno, mientras que el hombre se dedicaba a la caza y a la guerra. La descripción del cántabro modelo era de un hombre fuerte y fornido, siendo una de las definiciones más curiosas la del poeta Silo Itálico, el cual hace referencia a un grupo militar cántabro dentro de las Guerras Púnicas, como no englobados en el bando de Aníbal.
El miembro más destacado de esa milicia se llamaba Laro del que decía que «El cántabro Laro, aún desprovisto de dardos seguía siendo temible por la naturaleza de sus miembros y su gran corpulencia«. Se sabe que dormían en el suelo, que se bañaban con agua fría y que comían una sola vez al día de manera abundante. Además eran aficionados a los bailes a los juegos atléticos y militares. Por desgracia para ellos se dice que sus conocimientos sobre medicina eran muy precarios, llevando a sus enfermos a los caminos a ver si alguien de los que por allí pasasen podría auxiliarle. Los romanos siempre achacaron sus bárbaras costumbres a varios factores: su carácter guerrero, la incomunicación de sus tierras y a la dureza del clima.
El haber escrito sobre los cántabros en esta contienda contra el imperio de Roma, se lo debo a mi hijo Javier de Amescua, le gusta investigar sobre los orígenes de los pueblos y yo se lo agradezco, pues así me hace aprender sobre, la vida y las costumbres de estos hombres y mujeres.
Gracias amigos, en breve seguiré escribiendo sobre estas valientes gentes que poblaban en norte de España.