Columba de Iona

Mi hijo Iñigo se halla en Irlanda, está viviendo en Dublín y en unos días que tenía libre su compañera Almudena, ( que es la que está destinada en esas tierras por su Compañía), alquilaron un coche y fueron a investigar.

Les encanta investigar son una pareja extraordinaria y muy culta. Inquietos siempre por averiguar la historia de los lugares que visitan. Y esta tarde me ha llamado por teléfono y me ha hecho partícipe de sus aventuras. Y yo os la voy a relatar porque creo que es bonito e interesante y además me agrada contaros cosas, caray.

Os voy contar la vida de un ser muy singular en esas tierras altas, de luchas intensas en la antigüedad. De vidas difíciles debido a sus guerras internas y a las invasiones de los vikingos, destrozándolo todo, quemando, violando y asesinando. Tiempos muy difíciles para la población y para los monjes.

Monje irlandés

Abad
(7 de diciembre de 521 – 9 de junio de 597)

Fue una destacada figura entre los monjes misioneros gaélicos que reintrodujeron el cristianismo en Escocia a comienzos de la Edad Media.

Era hijo de Fedlimid and Eithne, del clan Uí Néill, y nació en Gartan, cerca de Lough Gartan, Donegal. Por línea paterna era descendiente de Niall of the Nine Hostages, un rey irlandés del siglo V. Profesó como monje y fue ordenado sacerdote. Según la tradición, hacia 560 se vio envuelto en una disputa con San Finnian acerca de un salterio. Columba copió el manuscrito en el scriptorium siguiendo órdenes de San Finnian, quien pretendía quedarse con la copia. La disputa fue la causa de la batalla de Cúl Dreimhne, que tuvo lugar en 561, y en la que hubo numerosas bajas. (La copia del salterio mencionada en esta historia se identifica tradicionalmente con el Cathach de San Columba). Como penitencia por esas muertes, Columba decidió marchar como misionero a Escocia para convertir a tantas personas como habían muerto en la batalla. Se exilió de Irlanda, a donde solo regresaría en una ocasión, varios años después.

Escocia
En 563 viajó a Escocia con doce compañeros. De acuerdo con la leyenda, desembarcó en la punta sur de la península de Kintyre, cerca de Southend. Sin embargo, como todavía tenía a la vista su tierra natal, se movió hacia el norte, a la costa oeste de Escocia.

En 563 le fue concedida tierra en la isla de Iona, que se convirtió en el centro de su misión evangelizadora entre los pictos. Además de sus tareas dirigiendo el único foco de cultura letrada de la región, adquirió una gran reputación como hombre santo gracias a su actividad diplomática entre las tribus; se cuentan también varias historias de milagros realizados por él en su afán por convertir a los pictos. Visitó al rey pagano Bridei I, rey de Fortriu, en su base de Inverness, y consiguió ganarse su respeto. Desde entonces jugó un importante papel en la política del país.

Columba ante el rey Bridei I 

Fue muy enérgico en su predicación del evangelio y, además de fundar varias iglesias en las Hébridas, trabajó para convertir su monasterio de Iona (la Abadía de Iona) en una escuela para misioneros. Fue un renombrado hombre de letras, al que se le atribuye la composición de varios himnos y la copia de su propia mano de más de 300 libros. Una de las épocas veces, si no la única, que dejó Escocia tras su llegada fue, hacia el final de su vida, cuando regresó a Irlanda para fundar el monasterio de Durrow. Murió en Iona y está enterrado en la abadía que él mismo fundó.

La principal fuente de información sobre la vida de Columba es la Vita Columbae, escrita por Adomnan, noveno abad de Iona, que falleció en 704. Tanto la Vita Columbae como Beda el Venerable refieren la visita de Columba a Bridei. Mientras que Adomnán solo explica que Columba visitó a Bridei, Beda relata una tradición más tardía, quizá de origen picto, según la cual el santo llegó a convertir al rey de los pictos. Otra fuente temprana es un poema en alabanza de Columba, probablemente compuesto también en el siglo VII, que tiene 25 estrofas de cuatro versos de siete sílabas cada uno.

En la descripción que hace san Adamnan sobre los últimos años de su vida, lo pinta como un anciano sereno, amante de la paz, que recibía con gentileza la visita de los hombres y de las bestias. Cuatro años antes de su muerte, sufrió una enfermedad que lo puso al borde del sepulcro, pero conservó la vida gracias a las plegarias de su comunidad. A medida que se agotaban sus energías, pasaba la mayor parte del tiempo en la transcripción de libros. El día anterior al de su muerte, copiaba el salterio y había escrito la frase que decía: «A aquéllos que aman al Señor, nunca les faltará ninguna cosa buena…» Cuando hubo copiado esas palabras, declaró: «Aquí debo detenerme; que Baithin escriba el resto…» Baithin era un primo suyo al que había nombrado su sucesor. Aquella noche en que los monjes fueron a la iglesia para cantar los Maitines, encontraron a su bien amado abad en el suelo, ante el altar, ya agonizante. En el momento en que su fiel asistente Diarmaid le tomó de los brazos para incorporarlo, Colomba levantó su mano como si intentase bendecir a sus monjes e inmediatamente después expiró. Colomba había muerto, pero su influencia sobrevivió y aun se extendió hasta que llegó a dominar las iglesias de EscociaIrlanda y Nortumbria. Durante más de tres cuartos del siglo los cristianos celtas de aquellas tierras conservaron las tradiciones impuestas por Colomba en ciertos aspectos del orden y el ritual, opuestas incluso a las de Roma; las reglas que Colomba redactó para sus monjes fueron observadas en muchos de los monasterios de Europa occidental, hasta que las ordenanzas más benignas de san Benito suplantaron a las otras. Mure el 9 de junio de 597)

En el año 1958, unas excavaciones arqueológicas realizadas en Iona revelaron la existencia de la celda monástica del santo, situada en las afueras del monasterio, donde también se encontraron tres himnos latinos que enseguida fueron atribuidos al santo, aunque sobre esta cuestión todavía hay severas discrepancias.

San Columba, el santo vence monstruos

La historia de Columba, y la principal fuente de información sobre su vida, se encuentra en el texto Vita Columbae, donde además de contar su historia con el rey y la conversión de los pictos, habla de cómo derrotó, sin usar la fuerza, a una de las criaturas misteriosas más famosas de todas.

La leyenda relata que Columba se topó con un grupo de personas de origen picto enterrando a un hombre, el cual había sido asesinado por el monstruo que es comúnmente asociado a un plesiosaurio tardío.

Aunque los plesiosaurios fueron animales herbívoros y en el Vita Columbae no se habla de cómo era la criatura, el hecho es que el monstruo había aniquilado a un hombre.

Columba ordena a uno de sus pupilos que “nadara por la rivera” y le trajera un bote lo antes posible, porque él mismo iba a encargarse de tan complicada situación.

Cuando el hombre nadaba en su misión, el monstruo sintió el movimiento de las aguas y se dispuso a acabar con el discípulo de Columba, así que es aquí cuando nuestro protagonista “ataca” con palabras…

Mientras todos estaban aterrados, Columba levantó su mano e invocó el nombre Dios mientras formaba la señal de la cruz en el aire, diciéndole a la bestia: “No irás más lejos, ni tocarás al hombre. ¡Retrocede al punto!”.  Así ocurrió, el monstruo huyó despavorido del lugar, gracias a la “palabra santa” de San Columba.

En cuanto al cristianismo, San Columba es visto como un santo sumamente importante por la conversión de los pictos y la fundación de diferentes iglesias y monasterios. Se le considera una de las máximas figuras de la “Iglesia celta” término que no es utilizado comúnmente para no distinguir a los celtas creyentes de Jesús del resto de la cristiandad.

Todo esto fue suficiente para que fuera considerado santo, tanto por la Iglesia católica como por la ortodoxa y la luterana.

Bueno amigos espero que os haya gustado la interesante historia de este hombre santo, que junto a San Patricio recibe honores de patrón en Irlanda.

Un saludo a todos,


Patxi Amescua

Productor de TV

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