Calatrava la Vieja

Viñas, campos de trigo, caminos polvorientos, colinas y de pronto en la llanura, anclada al borde del Guadiana y sobre una extensa planicie cubierta de cereal y como si fuera un espejismo, aparece la mole en ruinas de Calatrava la Vieja. De lejos su figura impresiona, de cerca conmueva su decadencia. Vieja ciudad fortificada que en medio de los campos, está tan poblada de historias, de aventuras que no parece haber muerto del todo.

Su posesión fue decisiva para los musulmanes y los cristianos en los siglos XI y XII, una cabeza de puente entre Toledo y Córdoba y sus piedras son punto de partida para seguir los episodios de una de las batallas mas importante de la Edad Media, la de Las Navas de Tolosa, tan decisiva para los cristianos como la victoria lograda por Carlos Martel en Poitiers varios siglos antes.

La primera noticia documental de su existencia data del año 785. En época omeya, Calatrava desempeñó un papel decisivo tanto en las luchas civiles que enfrentaron a los muladíes de Toledo con el poder central cordobés, como en las diversas rebeliones beréberes de los siglos VIII y IX. Su importancia aumentó a raíz de su destrucción por los rebeldes toledanos en el año 853, y de su inmediata reconstrucción por orden del emir Muhammad I. A partir de esa fecha, y como capital de una extensa región dividida en numerosos distritos, se convirtió en el principal punto de apoyo del poder central cordobés en la zona, siendo el lugar más poblado entre Córdoba y Toledo hasta principios del siglo XIII.

Hoy ni siquiera están los arqueólogos que viene escavando aquí desde 1984 y que han hallado buena parte del armamento que se utilizó en la contienda de 1212. Espadas, ballestas, flechas, saetas, azagayas, puntas de lanza… Ninguna voz, ningún ruido, solo el rumor del viento. Y sin embargo con un poco de imaginación, uno puede oír los gritos de los camino , el relinchar de los caballos camino de los desfiladeros de Despeñaperros y hasta las palabras con las que Al-Nasir, el califa almohade, reconocería mas tarde en lo alto de un cerro sobre el campo de batalla de Las Navas, la derrota de sus tropas.

Al-Nasir

Cuenta el cronista Abi Zar:

Al Nasir seguía sentado sobre su escudo delante de su tienda y decía » Dios dijo la verdad y el demonio mintió» sin moverse del sitio y hasta que llegaron los cristianos junto a él. Murieron alrededor de diez mil de los que formaban su guardia.

Un árabe entonces montado en una yegua se acercó a él y le dijo: ¿ Hasta cuando vas a seguir sentado? ¡Oh Príncipe de los Creyentes! Se ha realizado el juicio de Dios, se ha cumplido su voluntad y han perecido los musulmanes.

Tras la abolición del califato de Córdoba, en 1.031, Calatrava gozó de cierta autonomía, al tiempo que los reinos taifa de Sevilla, Córdoba y Toledo se disputaban su posesión; finalmente cayó en la órbita de este último. Con los almorávides pasó a ser el núcleo islámico más importante frente al ya para entonces Toledo cristiano.

Tomada por Alfonso VII en 1.147, se convirtió en la plaza cristiana más avanzada frente al Islam. Después de fracasar la encomienda otorgada a los templarios, fue concedida por Sancho III a la orden del Cister (1.158),

lo que dio lugar al nacimiento de la primera orden militar autóctona de la Península Ibérica, que adoptaría el nombre propio de la plaza. Perteneció al reino de Castilla hasta que los almohades la recuperaron para el Islam a raíz de su victoria en la batalla de Alarcos (1.195). Alfonso VIII la retomó definitivamente pocos días antes de la batalla de las Navas de Tolosa (1.212).

Orden de Calatrava

A partir de entonces, Calatrava inició su decadencia. Lejos de la nueva frontera y situada en un lugar malsano, no era ya la sede adecuada para la Orden, cuya cabeza se trasladó en 1.217 al castillo de Dueñas, re fortificado al efecto y rebautizado como Calatrava la Nueva. La antigua Calatrava, conocida desde entonces como Calatrava la Vieja, quedó como cabeza de una encomienda más de la Orden. En la primera década del siglo XV, la sede de la encomienda de Calatrava fue trasladada a Carrioncillo (hoy Carrión de Calatrava), unos kilómetros al sur.

El poderoso alcázar que diera nombre y sede a una de las órdenes militares mas celebres de la península ibérica fue construido por los Omeyas en el siglo VIII y llegó a contar con una medina de cuatro hectáreas un bullicioso avispero de calles. Alfonso VII rey de León y Castilla,

lo conquistó en el año 1147 en plena descomposición del poder almorávide en el Al-Andalus y se lo entregó a los templarios que debían de defender sus murallas de las acometidas de una nueva amenaza musulmana salida del otro lado de Estrecho, el imperio almohade con capital en Marraquech.

Los soldados del Temple fueron incapaces de llevar a cabo su misión y la custodia de la importante villa y fortaleza.

Se encomendó a otra orden de caballería creada por el abad del monasterio de Fitero, la Orden militar de Calatrava (1158).

El abad Raimundo de Fitero y sus monjes guerreros lograron defender la plaza durante mas de tres décadas.

A partir de ahí el rey Alfonso VIII sufre una derrota e Alarcos (1195), el rey salva la vida milagrosamente, pero no puede evitar el empuje almohade. Calatrava calló en manos musulmanas por las tropas de Yusuf al-Mansur que se apoderaría de Plasencia, toma también Uclés y amenaza Cuenca.

Y hasta aquí os cuento parte de la historia de estas tierras con tantos acontecimientos que se generaron en esos tiempos tan convulsivos.

Habrá que ir a esos campos y respirar esos vientos y en silencio intentar escuchar las voces de esos guerreros.

Un saludo amigos


Patxi Amescua

Productor de TV

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