El passo honroso : defendido por el excelente caballero Suero de Quiñones
Hola amigos, esta vez os voy a contar una historia del Camino de Santiago. Pasó en la localidad de Hospital de Órbigo, concretamente en el puente de la villa.
1409 – Tierra de Campos (Castilla y León), 1458. Caballero, noble leonés.
«Digan que fueron burlas las justas de Suero de Quiñones, del Passo», pone Miguel de Cervantes en boca de Don Quijote. De todas las gestas que absorbieron el seso de Alonso Quijano, el «fecho de armas» del caballero leonés fue un hecho histórico, aunque cuente con todos los ingredientes de una novela de caballería o una leyenda.
El escribano del rey Juan II de Castilla, Pedro Rodríguez de Lena, documentó el Passo honroso de Suero de Quiñones en un manuscrito del que se conservan 5 copias, una completa en el Monasterio de El Escorial.
Sucedió en el «año del nacimiento de Nuestro Señor Jesuchristo de mil é quatroçientos é trenta é quatro años» cerca del puente de la villa de Hospital de Órbigo, en el camino de Santiago, «que es a seis leguas de la noble ciudad de León, é a tres de la ciudad de Astorga».
Allí, entre el 10 de julio y el 9 de agosto de 1434, Suero de Quiñones y otros nueve caballeros se batieron contra todo el que intentara cruzar el puente para librarse de la «prisión de amor» por la que éste llevaba todos los jueves una argolla de hierro al cuello.
«Nos hallamos en tiempos de la épica caballeresca y el amor cortés, la idealización de la mujer, el servicio a la dama, y aquellos aguerridos caballeros ponían sus ojos en el contrapunto de su rudeza: la delicadeza de las féminas, que les correspondían portando orgullosas, incluso manchado de sangre, el jubón o túnica sin mangas que su caballero había lucido sobre la armadura durante el combate», explica Carlos Taranilla de la Varga.
El historiador, autor de la adaptación anotada de «El Passo Honroso de don Suero de Quiñones», aclara que el «Passo» no fue una justa sinoun «fecho» de armas ya que la lucha singular a caballo y con lanza tenía un claro propósito, no era una mera demostración de la destreza con las armas.
La prueba, para la que se fijó un pormenorizado reglamento, estuvo autorizada por el propio monarca y se celebró con el auspicio de don Álvaro de Luna.
El Condestable de Castilla, a quien servía don Suero desde los 17 años, «quería dejar en segundo plano la que había protagonizado don Enrique de Aragón -el «Passo de la Fuerteventura, el 18 de mayo de 1428- la cual, a su vez, intentó oscurecer las organizadas por el propio Álvaro de Luna para festejar la estancia en Valladolid de doña Leonor, hermana de la reina doña María de Castilla, en su camino hacia Portugal para casarse con el infante don Duarte».
«Había una rivalidad entre los dos principales reinos cristianos de la península, que se manifestaba a todos los niveles», continúa Taranilla de la Varga. Hubo por tanto «una doble motivación: en primer lugar, política; en segundo plano, caballeresca».
Según el manuscrito original, los jueces del Paso le libraron a don Suero de su argolla al darle su rescate por cumplido tras permanecer durante 15 días antes y 15 días después del apóstol Santiago esperando caballeros en el puente de Órbigo. Era la segunda de las condiciones de la prueba. Los diez «mantenedores» del Passo, que se enfrentaron a 68 aventureros, no llegaron a partir las 300 lanzas en las que don Suero había concertado su liberación.
El franciscano Juan de Pineda, que resumió y adaptó el manuscrito original para la imprenta en 1588, relata que don Suero y su cortejo se trasladaron a la ciudad de León, donde dieron gracias en la Catedral y se celebraron grandes fiestas. Don Suero se desplazó de León al castillo de Laguna de Negrillos, donde vivían sus padres, para sanar las heridas que traía del Passo. Una vez curado, peregrinó hasta Santiago de Compostela («era año santo», recuerda Taranilla de la Varga) y dejó un brazalete de oro al cuello del relicario de Santiago Alfeo que aún hoy ostenta.
Nada de esto recoge el manuscrito original. Carlos Taranilla cree que Juan de Pineda, cautivado por el personaje y la historia, «entró en ella quitando y añadiendo» ya que «hay numerosas expresiones e incisos superpuestos, incluso algún epígrafe, que parecen de su propia cosecha, yendo en aumento a medida que avanza el texto». De ser así, el franciscano habría alargado un siglo después la historia, «aunque queda la incógnita de si existió otro manuscrito o «Libro de mano» que aún desconocemos», apunta.
Al año siguiente, don Suero se casó con Doña Leonor de Tovar, «a quien por conjeturas se supone la dama «cuyo yo soy», o sea, de la que estaba enamorado», continúa Taranilla.
El caballero leonés tuvo un trágico final. Fue asesinado en 1458 en Barcial de la Loma (entre León y Valladolid) por los escuderos de Gutierre de Quijada, «quien no le había perdonado odios del Passo honroso».
Su cuerpo fue llevado a León para ser enterrado en el Monasterio de San Francisco. Esta muerte, que no correspondía a una vida tan azarosa como la que él había llevado, le sorprendió relativamente joven; no obstante, se puede decir que había cumplido su objetivo: participar en la vida de bandos y facciones nobiliarias que llenaban el panorama político y hacer crecer su patrimonio nacido en torno a Valdejamuz.
De su matrimonio con Leonor de Tovar tuvo tres hijos: Pedro, Diego y Leonor. Pedro murió pronto, y fue su segundo hijo, Diego, quien sucedió a su padre al frente del señorío.
Suero de Quiñones debió de ser un hombre relativamente culto y de trato ameno y juicioso. Además de excelente caballero, fue un hombre aficionado a las letras y a la poesía. Se le atribuye alguna composición amorosa.
Y aquí termina esta historia, que espero a fe mía que os haya gustado, por lo menos que os haya servido de entretenimiento y conocimiento de la vida de los caballeros en esta parte del mundo tan interesante como es el Camino de Santiago.
Un saludo y hasta la próxima.