Los 4 gladiadores de origen español que dejaron una huella inmortal en el Imperio Romano

El gladiador Borea, originario de León, debió ser un individuo formidable. 

Borea, así se llama el destacado gladiador hispano que ha sido reconocido como el más insigne del Imperio Romano en toda su historia. Su legado de grandeza perdura hasta nuestros días gracias a una tésera exhibida en el Museo Arqueológico Nacional. Esta tésera, elaborada en bronce, material de alta distinción para su confección, constituye una pieza única entre las 107 que han llegado hasta nuestros días.

En tiempos antiguos, las téseras tenían diversos usos, desde servir como contraseña hasta funcionar como un símbolo de honor, un compromiso sellado o un símbolo de amistad para garantizar derechos reconocidos. Además, estas placas solían entregarse a los gladiadores que habían alcanzado la libertad tras una destacada carrera en la arena, demostrando haber superado todas las enseñanzas de sus maestros. Normalmente elaboradas en materiales como hueso o madera, estas téseras concedían a los liberados acceso privilegiado al anfiteatro, otorgándoles un lugar de honor entre el público. Este fue el caso de Borea, quien disfrutaba de este privilegio en las gradas del anfiteatro de Ilipula, ubicado en la actual ciudad de Niebla, en la provincia de Huelva.

Recientes descubrimientos revelan que era un ‘provocador’, ingresando en la arena equipado con un escudo legionario y una espada corta, lo que le valió reconocimiento en la Roma de Nerón. Junto con otros compatriotas, como Spiculus, el favorito del emperador, formó parte de la cohorte de luchadores hispanos que dejaron una huella indeleble en la Ciudad Eterna. 

Aunque la historia de estos gladiadores no fue narrada por los grandes escritores clásicos y, por ende, no ha sido abordada en los ensayos contemporáneos, sus vidas no pasaron desapercibidas en la Hispania del primer siglo d.C. La evidencia de sus hazañas se ha preservado en inscripciones sobre lápidas descubiertas en Córdoba en la década de 1950. 

Los registros indican que participaron en una serie de espectáculos celebrados en la provincia Bética durante las primeras décadas del siglo, en una región que era una de las más prósperas del Imperio romano y donde se erigió el tercer anfiteatro más grande del mundo.

Uno de los primeros héroes hispanos registrados fue Quintius Vettius Gracilis

Los detalles de su vida, son intrigantes pero limitados. Según una inscripción en Córdoba, falleció joven, a los 25 años, y empleaba técnicas de combate del pueblo tracio. Este tipo de gladiadores, surgieron en Roma en el 80 a.C., cuando Sila introdujo a un grupo de prisioneros de guerra del ejército de Mitrídates en la capital. Vettius, luchando al estilo tracio, portaba un ‘parma’ en su mano izquierda y una ‘sica’ en la derecha, ganando reconocimiento por sus victorias.

Otro gladiador hispano, Smaragdo, de origen gaditano y posiblemente esclavo, apenas tiene registros de su vida más allá de la inscripción en su lápida. Sin embargo, se sabe que era especialista en ‘hoplomachus’, un tipo de luchador equipado con escudo circular, armadura completa y casco, armado con lanza y espada corta. Luego, hay un tercer gladiador hispano cuya inscripción, dañada, no permite una interpretación clara, pero se sospecha que también luchaba al estilo tracio.

El gladiador hispano mejor documentado es Marcus Ulpius Aracintus,

era un vacceo reclutado por el emperador Trajano, lo que no sería extraño considerando la reputación militar de su pueblo. La inscripción indica que luchó once veces y alcanzó el rango de ‘primus palus’, después de pasar por ‘quartus palus’, ‘tertius palus’ y ‘secundus palus’. 


Patxi Amescua

Productor de TV

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