En ruta por el Triángulo del Arlanza de Burgos

De Lerma y su Palacio Ducal a Santo Domingo de Silos y su famoso monasterio benedictino, con parada final en la villa de Covarrubias. Una escapada por esta zona burgalesa que no se olvida de la gastronomía ni de las leyendas.

Covarrubias

Desde la llanura castellana, a varios kilómetros de distancia, las torres del imponente Palacio Ducal de Lerma destacan como un faro que hace de guía hacia nuestro destino. Una vez atravesamos el Arco de la Cárcel, única puerta de entrada de la desaparecida muralla medieval, enfilamos la calle principal y solo tenemos que dejarnos llevar hasta su imponente plaza Mayor, una de las más extensas de España, de casi 7.000 metros. En ella se encuentra el Palacio Ducal, hoy convertido en parador nacional, (pincha sobre las letras y verás un estupendo video del Parador), mandado construir por Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, I Duque de Lerma, que en el año 1598 elige esta localidad burgalesa como cabeza de sus dominios. Este ambicioso personaje será valido del rey Felipe III durante 20 años. Estamos en la primera parada de un viaje por el Triángulo del Arlanza, cuyos otros vértices son Santo Domingo de Silos y Covarrubias.

Un recorrido por Lerma ayuda a entender el carácter especulativo del duque, que durante sus 20 años de gobierno levantó aquí su palacio de estilo herreriano a imitación de El Escorial, una colegiata y cinco monasterios. Estos edificios estaban conectados entre sí por una serie de pasadizos por los que el duque, el rey y los nobles que visitaban frecuentemente la villa desde la corte podían desplazarse con total privacidad. Es muy recomendable hacer la visita guiada, que incluye un recorrido por ellos y por el interior de los monasterios, donde se guardan joyas artísticas. Todo el esplendor que tuvo Lerma en este periodo se intenta recrear en las fiestas barrocas que se celebran en la primera semana de agosto.

Pero no todo en Lerma es el duque. El poeta romántico José Zorrilla,

de adolescente, se instala con su familia en el año 1833 en la villa. Hay un agradable paseo de 700 metros en el que se recuerda su paso por la localidad. Su estatua frente a la colegiata está a escasos metros de la casa donde se alojaron —en cuyo dintel de piedra están esculpidos los símbolos masónicos—, propiedad de un tío suyo, en la calle que hoy lleva su nombre.

Otra de las cosas que se puede hacer en Lerma es disfrutar de un buen lechazo. Y qué mejor sitio que en el Asador Casa Antón. Este es un local sencillo, con manteles de cuadros y las paredes llenas de fotografías de los personajes famosos que han pasado por allí. Lechazo exquisito con lechuga, acompañado de un clarete denominación de origen Arlanza y manzana asada para desengrasar, es todo un acierto. Todo ello servido con gran rapidez y sin café. Si lo que se quiere es tapear con opción de terraza en la plaza frente al parador, La Taberna del Pícaro también es una buena opción. Torreznos, morcilla, tortilla y una deliciosa tarta de queso. Quien quiera llevarse un recuerdo puede comprar algún producto de la gastronomía local en los soportales y alrededores de la plaza. Si somos más de dulce, nos acercaremos al convento de las clarisas a comprar alguna de las delicatessen elaboradas por las monjas de clausura.

El monasterio de la Ascensión de Nuestro Señor, también llamado convento de Santa Clara.

Segunda parada

A una media hora en coche, hacia el este, espera Santo Domingo de Silos, pequeña población de menos de 300 habitantes cuya vida gira en torno a su famoso monasterio benedictino. El claustro, con sus capiteles historiados y, sobre todo, los impresionantes relieves de las esquinas, es una de las obras más representativas del románico europeo.

En el centro llama la atención el ciprés de unos 150 años y casi 25 metros de altura. Gerardo Diego en 1924, tras pasar la noche en la hospedería del monasterio, le dedicó un soneto al ciprés de Silos, que dejó escrito en el libro de visitas: “Enhiesto surtidor de sombra y sueño,/ Que acongojas el cielo con tu lanza…”.

El recorrido también incluye un pequeño museo y la farmacia de principios del siglo XVIII. En ella se encuentra la biblioteca con casi 400 volúmenes especializados, una magnífica colección de tarros de cerámica de Talavera de la Reina para los remedios medicinales y distintos instrumentos que los monjes utilizaban para la fabricación de los medicamentos.

La visita no estaría completa sin asistir a los cantos gregorianos, que los monjes realizan siete veces en las distintas horas del día y también durante las misas. Merece la pena sentarse a escucharlos y se puede seguir tanto el texto como la música en los códigos QR de los bancos de la iglesia. Esto permite una mayor comprensión por parte del visitante, ya que los monjes de Silos son de los únicos en España que siguen cantando en latín. Es una experiencia única, un verdadero yoga espiritual para el viajero. Si uno quiere acercarse más a la vida monacal, los monjes cuentan también con hospedería. Eso sí, es solo para hombres.

De camino a Covarrubias, podemos hacer una parada en el cementerio de Sad Hill. Esta es una de las localizaciones utilizadas para la escena final de El Bueno, el feo y el malo (1966), protagonizada por Clint Eastwood. El espacio fue recuperado hace pocos años por un grupo de cinéfilos que se constituyeron en asociación cultural.

Destino final

Después de unos 20 kilómetros más por una sinuosa carretera llegamos a nuestro destino final: Covarrubias. La villa conserva el carácter medieval en su puente de piedra, la colegiata, las casas con entramado de madera, que se replican en las originales papeleras… Para descubrirla, lo mejor es pasear por sus estrechas calles y plazas que permiten disfrutar de la arquitectura rural castellana. La Casa de Doña Sancha, del siglo XV y ubicada en la plaza del mismo nombre, es el mejor ejemplo.

EL TORREÓN DE COVARRUBIAS Y EL DESAMOR

Esas aguas del Arlanza quizás recogieran las lágrimas de dos princesas que fueron traicionadas por historias de amor forzado.

La primera de ellas fue Doña Urraca, hija del poderoso Fernán González. El padre había planeado para ella un provechoso enlace matrimonial con un príncipe leonés, pero la muchacha había caído en las impredecibles redes del amor juvenil al tratar con un humilde pastor del pueblo.

Fernán González no titubeó lo más mínimo cuando ordenó a sus soldados que encerraran a su hija en el espectacular torreón medieval que aún se levanta en el centro de Covarrubias.

La medida le dio resultado, pues Doña Urraca acabó casándose con tres hombres poderosos, elegidos por su padre, a lo largo de su vida.

El Torreón de Fernán González es una auténtica joya de la arquitectura militar en España, pues se trata de la única fortificación castellana de esa índole anterior al siglo X.

Hoy en día, podemos visitar el interior de esta torre milenaria, levantada con gruesos e imponentes muros y donde hallaremos una magnífica colección de armas de asedio medievales.

También la casa de Doña Sancha (siglo XV) es digna de ver. Se trata del ejemplo típico de casa medieval castellana, con su fachada de adobe, entramado de madera, amplio soportal y balconada.

La excolegiata de San Cosme y San Damián rivaliza con la iglesia de Santo Tomás para llevarse el cetro de monumento eclesiástico más importante de Covarrubias.

Fue levantada, a finales del siglo XV y en estilo gótico, sobre los restos de una iglesia románica. Más allá de su belleza monumental y su rico museo, este lugar destaca por servir de última morada a los cuerpos de personalidades tan ilustres como el conde Fernán González y su esposa Sancha, además de tres infantas abadesas y, sobre todo, de la infanta Cristina de Noruega.

UNA PRINCESA NORUEGA QUE MURIÓ DE TRISTEZA EN ESPAÑA

La historia de esta princesa noruega es la más triste de las que nos pueden contar las crónicas medievales de Covarrubias.

Kristina, hija del rey Haakon IV de Noruega,

llegó a ser infanta de Castilla gracias a un plan ambicioso trazado por el rey Alfonso X, el Sabio. En realidad, parece ser que el monarca castellano iba a contraer matrimonio con la princesa noruega, aunque él estaba ya casado con Violante de Aragón.

Como su esposa no lograba darle descendencia, pensó en esa alianza poderosa con el rey normando. Sin embargo, cuando Kristina ya había emprendido su camino hacia España, Violante quedó embarazada y Alfonso decidió que la bella noruega se casaría con su hermano, el infante Felipe de Castilla. Esa fue finalmente su suerte y pronto se marchó a vivir a Sevilla, donde residía el infante.

La princesa nunca superó la profunda tristeza que contrajo al separarse de su amada tierra nórdica y de sus familiares, muriendo de pura melancolía tan sólo cuatro años después de llegar a nuestro país.

Hoy en día, una estatua le rinde homenaje en la plaza del Rey Chindasvinto, entre la colegiata y la Torre de Fernán González.

LA ERMITA DE SAN OLAV

Pero también nos encontramos la triste huella de la princesa Kristina en las afueras de Covarrubias, concretamente entre los verdes bosques del Valle de los Lobos, a unos 2 kilómetros del centro de la villa medieval. Aquí se levanta una iglesia tan extraña como simbólica: la ermita de San Olav.

La historia cuenta que, apenas llegó a España, la princesa Kristina pidió al infante Felipe que construyera una iglesia para honrar al patrón cristiano de su país, San Olav. La promesa positiva del infante cayó en el olvido hasta que un proyecto auspiciado por la Fundación Kristina de Noruega, el Ayuntamiento de Covarrubias y las escuelas de arquitectura de Valladolid y Oslo consiguieron convertirlo en realidad en 2002, más de 700 años después de lo prometido.

La capilla de San Olav es la primer ermita construida en España en el siglo XXI.

Destaca en su conjunto arquitectónico por su forma y los materiales que la componen. La capilla de San Olav  resulta sorprendente tanto en su forma como en su contenido.

La capilla pretende dar a conocer la “figura” de san Olav en tres facetas de su vida: el vikingo, el Rey y el Santo.

UNA GASTRONOMÍA TÍPICA CASTELLANA

Una buena forma de olvidar las penas que nos puede producir la anterior historia es dedicarnos de lleno a la exploración de la sabrosa gastronomía de Covarrubias.

Para ello podemos dirigir nuestros pasos a la plaza de Doña Urraca, donde nos esperan las magníficas propuestas culinarias del restaurante Tiky.

Entre ellas destaca su “Olla Podrida”, un plato compuesto de alubias rojas, morcilla, chorizo, costilla adobada y tocino. No encontrarás una comida más típica de Covarrubias que ésta.

Para digerir la contundente vianda, nada mejor que caminar junto a los restos de la muralla medieval de Covarrubias. La mayor parte de la fortificación defensiva fue demolida durante una fatal epidemia ocurrida a finales del siglo XVI. El médico de Felipe II, Francisco Valles, ordenó su destrucción para que circulara mejor el aire.

Si escuchamos atentamente en el silencio del atardecer, las piedras de esas murallas aún nos cuentan la densa y agridulce historia de Covarrubias.

Y aquí amigos terminamos el recorrido de hoy por tierras castellanas, espero que os guste y que tengan a bien vuesas mercedes de hacerlo ya que la cultura y la gastronomía de estas legendarias tierras lo merecen.

Un saludo a todos y buen viaje,


Patxi Amescua

Productor de TV

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